Jacques Philippe: «Ponernos a la escucha unos de otros hace avanzar a la Iglesia»
Uno de los autores espirituales actuales más prolíficos valora lo positivo del Sínodo y anima a los sacerdotes a «compartir sus responsabilidades con los laicos»
Jacques Philippe es miembro de la Comunidad de las Bienaventuranzas, donde ha asumido importantes responsabilidades en el consejo general y la formación de seminaristas. Acaba de visitar Madrid. En nuestro país ha publicado más de 20 libros y es, posiblemente, el autor que más libros de espiritualidad vende.
¿Puede ser verdaderamente santa una madre atareada con sus hijos?
Desde luego, uno puede santificarse siendo generoso en el día a día. Sin embargo, para que esa generosidad no se agote necesitas contacto con Dios, en los sacramentos y en la oración. Hay que hacer de la vida un diálogo con Dios, darle las gracias por todo lo bueno, pedirle perdón, saber invocarle en los momentos de necesidad.
Muchos piensan que eso no es fácil con tantas obligaciones.
Con constancia se consigue que nuestra vida no vaya por un lado y la oración por otro. Hay que pedir a Dios su gracia. Necesitamos momentos de corte, de paz. Aunque sea una vez a la semana, hay que tener nuestro momento de oración en la parroquia. Tenemos que levantar nuestro corazón hacia Él. También podemos hacer una visita cuando hacemos la compra, rezar en la fila del supermercado o en el tren. ¿Quién te impide en esos momentos adorar a Dios?
A raíz del Sínodo se habla mucho del discernimiento para conocer la voz del Espíritu. ¿Está de moda?
Hay algo bueno en esta iniciativa papal: ponernos a la escucha unos de otros es una forma de hacer avanzar a la Iglesia. También veo positivo que los laicos tengan una participación más amplia en la reflexión. El Sínodo es una llamada a la oración personal y también a darnos cuenta de que una forma de escuchar a Dios es escucharnos unos a otros. Es verdad que este camino sinodal no es perfecto, en algunos contextos se produce de un modo no del todo correcto.
¿Se refiere al caso alemán?
Así es. Estoy de acuerdo con el Papa, que es bastante crítico con lo que está sucediendo en Alemania. No se puede juzgar a personas concretas, pero da la impresión de que en la forma de funcionar hay cosas que están ya decididas de antemano. No parece que eso sea una verdadera apertura al Espíritu Santo.
- Elogio de la pereza (Rialp, 2014).
- En la escuela del Espíritu Santo (Rialp, 2017).
- Si conocieras el don de Dios (Rialp, 2017).
- Tiempo para Dios (Rialp, 2018).
- La felicidad donde no se espera (Rialp, 2018).
- Nueve días para recuperar la paz (Rialp, 2019).
- Nueve días para fortalecer la fe (Rialp, 2020).
- La paternidad espiritual del sacerdote (Rialp, 2021).
- La oración, oxígeno del creyente (Rialp, 2023).
Algunos sacerdotes están apesadumbrados por la visión del sacerdocio que han generado los casos de abusos en algunos ámbitos de la opinión pública. ¿Qué les diría para animarles?
El contexto es difícil. Además, hay una sobrecarga de trabajo en muchos casos, pero los sacerdotes tienen que tener confianza en su ministerio y en la gracia que reposa sobre ellos. El sacerdote es un hombre pobre y frágil, pero debe tener fe en la gracia que Dios le da. También hay que dejar actuar a Dios, apoyarse en la oración, experimentar la filiación divina. Para ser un buen padre hay que ser primero un buen hijo; es lo que hacía Jesucristo cuando se retiraba a rezar. Allí recibía todo del Padre: su identidad, su misión, la gracia para su predicación.Asimismo, animaría a los sacerdotes a compartir sus responsabilidades con los laicos. Ellos también tienen la gracia de Dios. Los sacerdotes deben centrarse en lo esencial de su ministerio, que es la predicación de la Palabra de Dios, los sacramentos, la dirección espiritual.
Ha dado en Madrid una conferencia sobre la necesidad que tiene el hombre de Dios. Pero no deja de crecer la mentalidad transhumanista.
Bueno, yo no creo mucho en eso [risas]. Es una visión de la libertad equivocada: tener más poder, más capacidades, no va a hacer más feliz al ser humano. Lo que le va a hacer feliz es amar más, aceptando los límites humanos. También acoger y compartir el amor de Dios.
Usted ha tenido responsabilidades formativas en su comunidad. ¿Qué retos ve en la preparación de los futuros sacerdotes?
Vuelvo a lo de antes. Hay que confiar en la gracia. Evidentemente el seminario es un periodo de discernimiento. Dios siempre es fiel y, si llama a alguien, sabrá hacer que esa persona camine. Por eso, creo que lo importante es cuidar la calidad de la vida espiritual, de la oración, donde se da el verdadero encuentro con Dios, con su ternura y misericordia. Un sacerdote es un apóstol de la misericordia y tiene que tener experiencia de ella. También es esencial que los sacerdotes no estén solos. Un gran pecado del mundo de hoy es el individualismo: cada uno quiere realizarse él solo. Y eso es imposible. Hay que ser un hombre de comunión, de vínculos fraternos, saber cultivar amistades. Hay que dejarse acompañar y abrir el corazón a alguien que me pueda aconsejar. Tenemos que hacer un trabajo sobre nosotros mismos, precisamente para convertirnos en el sacerdote que desea Jesús. Hay que descubrir lo que hay en nosotros que no es evangélico: el orgullo, la pretensión de salvarme por mis fuerzas. Eso permite ser un buen sacerdote a pesar de nuestras miserias humanas.