Los que fuimos niños entre finales de los 80 y principios de los 90 y nos gusta el fútbol, y el deporte en general, hemos tenido siempre una cierta tirria a Italia. Ya no, me perdonarán el spoiler. Cómo olvidar la derrota ante la selección azzurra en el mundial de fútbol de 1994 en Estados Unidos, con la nariz rota de Luis Enrique y la sangre a borbotones mezclada con las lágrimas tras un codazo no penalizado. O las goleadas que el Milan de la época endosaba a Madrid y Barça en la Copa de Europa. O la final de waterpolo de los Juegos Olímpicos de Barcelona, cuando nos arrebataron el oro. Años antes, los italianos habían cabreado a todo el planeta al echar del Mundial de España, en el 82, a la exuberante Brasil de Zico, Sócrates y Falcao. Bueno, a todo el mundo no. Toni Padilla amaba aquella Italia para disgusto de su padre. Bueno, ama.
Hoy, este periodista, casi historiador e italiano mancato, como lo definió un amigo —porque quiere ser italiano y no lo consigue— nos regala un viaje por Italia a través del fútbol. Eso es precisamente Unico grande amore (Panenka), un recorrido del norte al sur de la bota, fundamentalmente en tren, donde la pelota es, unas veces, el texto y otras el pretexto o el contexto. Entre sus letras encontramos una Italia reconocida, la de la mamma, la del cine, la religión, la ópera o la pintura. Pero también la de las diferencias entre norte y sur, la mafia, el fascismo, los ultras, la migración. O el queso. No se olvide el lector que en Reggio Emilia hay que pedir reggiano y en la vecina Parma, parmigiano, por iguales que sean, como nos recuerda el autor, el viajero en la narración. Y el café, ¡ay el café! Está por todas partes.
Entre las páginas de este libro, en tapa dura y bellamente editado, encontramos joyas a modo de historia. Como aquellos aficionados del Padova (Padua) que colgaron fotos de los jugadores de su equipo en la capilla donde está enterrado san Antonio para implorar que los salvase del descenso de categoría. Compartían espacio con niños enfermos, desempleados, víctimas del desamor… Fotos que en los años 40 sirvieron a los sacerdotes de la basílica para hacer documentos falsos a los judíos que tenían escondidos. San Antonio hizo el milagro y el Padova se quedó en la Serie A. Una imagen suya estuvo en el partido decisivo tras una de las porterías. Y volví a darme cuenta de que Italia non si discute. Si ama.