Isabel Sánchez: «Que un amigo haga algo increíble por ti te puede llamar al cambio»
La editorial Espasa quería repetir con ella. Su primer libro, Mujeres brújula en un bosque de retos, fue un éxito imparable y ahora esta murciana va camino de repetir con su tesis sobre Cuidarnos. Responsable del consejo de mujeres que asesora al prelado del Opus Dei, ha visitado medio mundo escuchando los deseos, retos y dificultades de las mujeres. Su propuesta es cuidar los vínculos.
Hablamos más de los cuidados tras vivir de cerca el sufrimiento a través de la pandemia.
Sí, pero este libro tiene origen en uno anterior, Mujeres brújula en un bosque de retos. Al escribirlo vi que las mujeres del siglo XXI estábamos perdidas en un bosque de desafíos. Y de entre todos, educación, familia, trabajo, liderazgo, sostenibilidad, me parecía que lo principal es el cuidado. El Papa nos ha hecho la llamada de pasar de una civilización del descarte a una del cuidado. Y la mujer tiene fuerza para liderar ese cambio, pero tiene que creérselo.
¿Influyó también el diagnóstico de una enfermedad?
Sí, y supe que quería hablar del equilibrio entre autonomía y vulnerabilidad. No es un libro sobre la enfermedad ni para enfermos, sino para todos los que aquí o cuidamos a otros o somos cuidados. Y es un aplauso a todos los que cuidan.
La mujer tiene tendencia natural al cuidado, pero esto en ciertos sectores quiere anularse o borrarse, porque parece que nos retrotrae al pasado, a la mujer dependiente que parece que no quiere formar parte activa de la sociedad. Aunque su tesis es que ambas cosas son compatibles.
El cuidado es algo transversal, nos compete a todos en cada momento de la vida y hay diversas etapas. En un momento determinado la mujer está más presente; en otros el hombre. Pero la llamada es a que nos concierne a todos. Muchos hombres están empezando a gustar de los cuidados. En el libro hablo de hombres que lo han dejado todo para cuidar a sus padres dependientes, por ejemplo.
Una sociedad del cuidado pasa también por generar estructuras que lo favorezcan y ayuden a los particulares.
Eso es tercerizar, es dar alas a empresas privadas que se dediquen a esto. Tengo el ejemplo de Familiados, una organización que ha nacido para crear empleos de cuidadores, dar formación… los fundadores son empresarios que se encontraron con sus padres enfermos y pensaron que si se rompe una persiana saben a quién acudir, pero si se pone malo su padre, no. No sabes qué pagar, cómo fiarte. La sociedad del cuidado tiene que ser global, un compromiso de todos.
Se requiere un cambio social rápido, porque las estructuras familiares han cambiado.
Hay que educar en el cuidado, como primer paso. Y cuidar los vínculos, el entramado social. Más allá de la propia familia, que es pequeñísima. Hablo de vecindad, de ciudadanía, de voluntariado, de amistad. Ahora estamos en amistades útiles.
¿Por qué hemos perdido esos vínculos?
Mi tesis es que nos da muchísimo miedo, que somos de un individualismo atroz. Nos creemos más libres con menos vínculos, pero estos vínculos nos defienden.
Quizá sea una mala comprensión del bienestar.
Es una idea de felicidad superficial y la capacidad de entrega, así, es limitada. Nuestra felicidad es doliente.
¿Es necesaria la trascendencia para alcanzar este pensamiento?
Sí. Y se puede inculcar a través de otros. Hay gente muy buena, pero hay que dar la oportunidad de demostrarlo.
O te tiene que pasar algo.
Cristianos, provoquemos que pase algo a nuestro alrededor. No tiene que ser dramático, también puede ser alegre, que te haga degustar otra felicidad. Un amigo que hace algo increíble por ti te puede llamar al cambio. Aunque las tragedias ayudan mucho, como sucedió con la pandemia, aunque como vamos acelerados se nos olvida.
¿Esto lo provoca la gran urbe?
Sí, pero en nuestras manos está no seguir corriendo sin pensar en las leyes, por ejemplo; hay países que ya han pasado por lo que estamos pasando. Pero no nos guía la razón, nos guía el deseo. El deseo se ha convertido en derecho y quieres que te satisfaga el mercado y lo haga hoy.
Los centros educativos son clave.
Hay líneas que empiezan a hablar de educare; en Gran Bretaña hay kinders vinculados a casas de ancianos. Y hay gente creativa que lo está intentando, pero no les damos voz o no nos parece que esto sea urgente. Pero en dos decenios nos vamos a encontrar con una pirámide que a ver quién la sostiene.