Isabel Guerra: mirada con sorpresa a lo cotidiano - Alfa y Omega

Isabel Guerra: mirada con sorpresa a lo cotidiano

Tras casi diez años la religiosa cisterciense madrileña vuelve a exponer en la capital. El Espacio Cultural Serrería Belga muestra una búsqueda que no está solo en los temas, sino en la experimentación técnica

Javier García-Luengo Manchado
La religiosa, de 78 años, reside en Zaragoza
La religiosa, de 78 años, reside en Zaragoza. Foto: Serrería Belga.

Decía san Bernardo de Claraval, una de las figuras más relevantes de la Orden del Císter, misma a la que pertenece nuestra protagonista, que «el amor es causa de la búsqueda, y la búsqueda es fruto del amor». Quizá pocas frases como esta resuman de mejor manera la trayectoria pictórica de Isabel Guerra (Madrid, 1947), quien tras casi diez años de espera vuelve a exponer su última producción en su ciudad natal. Así podremos disfrutar hasta el próximo 19 de octubre, en el Espacio Cultural Serrería Belga de la capital, de la exposición titulada El fluir del tiempo, patrocinada por la Fundación Ibercaja y comisariada por Desirée Orús.

A lo largo de nuestro recorrido, Guerra nos vuelve a sorprender con su sempiterno canto a la esperanza, con esa llamada a la revolución frente a un mundo «aplatanado», como ella misma reconoce irónicamente en la entrevista que se proyecta en esta sala. En el fulgor de lo cotidiano, en la mirada de esas niñas, en el poder evocador de sus jóvenes y adolescentes, esta genial pintora nos invita a hacer nuestra su lucha por un amor trascendente, nos contagia el ánimo por una esperanza que no defrauda y nos persuade hacia esa fe que reta los límites de nuestro prosaico hoy.

Hablábamos de amor y de búsqueda al iniciar esta reseña. En efecto, la pintura de Isabel Guerra alienta una búsqueda interior, a mirar lo cotidiano con sorpresa, con trascendencia, descubriendo en la simple zarza de un simple paisaje el pan del mañana, ese pan de cada día: tan necesario para el cuerpo como para el alma. 

Si poético es su personal lenguaje y su singular universo estético, no lo son menos los títulos de sus obras: ora citas evangélicas ora auténticas máximas dignas de meditación, de contemplación. Guerra comparte de esta guisa con el espectador la alegría de su vocación religiosa; aquella que, como una lámpara que destella brillo y luz, nuestra autora no puede ocultar ni esconder, antes al contrario.

'La nevada' (2024), también «encuentro con el maestro»
La nevada (2024), también «encuentro con el maestro». Foto: Serrería Belga.

Su sentido de búsqueda no se repliega exclusivamente a sus temas, con ser fundamental en ellos. Su apuesta por la experimentación también la hallamos en la técnica. En sus últimas creaciones admiramos unas composiciones plenas de texturas, de sugerentes relieves combinados con un cromatismo no ajeno a ciertas resonancias abstractas, las cuales otorgan mayor fuerza y atractivo a unas imágenes que se ocupan y preocupan por nuestro aquí y por nuestro ahora. Vislumbramos así, en cierto modo, la vida contemplativa de esta pintora, esa contemplación, esa oración, que siempre va por delante del mundo, que está en el mundo y dialoga con él. No es por ello sorprendente que en esta exposición también se incluyan guiños a la actividad deportiva o al baile flamenco. Y, por supuesto, el homenaje a sus maestros, representado en este caso gracias a una peculiar recreación del Invierno de Goya, recuerdo de aquellos días que, de la mano de sus padres, Isabel Guerra visitaba el Museo del Prado, alimentando desde muy pronto su vocación por la pintura, casi pareja a la religiosa. Vocaciones ambas que son una a la hora de invitarnos a mirar siempre, desde el fluir del tiempo, a quien es la belleza, la verdad y el bien.

«Presencia de luz y de amor»

«Mi obra no es mayoritariamente de asunto religioso», afirma Guerra a Alfa y Omega. Pero sí «religa con lo trascendente. Más que hacer imaginería —no es lo mío— quiero llamar la atención sobre la presencia de luz y de amor entre nosotros de Aquel que es nuestro compañero y ha plantado su tienda entre nosotros». «Lo encuentra quien tiene el corazón abierto», asegura.