Iraquíes, en Río
Cuando un país acoge una JMJ, una de las principales preocupaciones de las autoridades es que algún peregrino aproveche el viaje para huir de su país. Pero en el caso de los peregrinos iraquíes sucede justamente lo contrario: si acuden a Río, lo hacen precisamente para no caer en la tentación de abandonar Irak, pues la persecución está diezmando a esta comunidad, obligándola a emigrar.
170 jóvenes caldeos de Irak participan en la JMJ de Río. Han hecho un gran esfuerzo para ahorrar lo necesario, y también han recibido ayuda de sus padres y de la Iglesia para poder participar en este evento. «Queríamos repetir la experiencia de Madrid –explica el padre Saad Hanna, de Bagdad, uno de los responsables del grupo–. Para nuestros jóvenes es importante encontrarse con otros jóvenes católicos, conocer otras personas que tienen la misma fe y celebran a Nuestro Señor».
La Hermana Helene, dominica, añade que, «para nuestros jóvenes, juntarse con otros es algo muy bonito, y supone una renovación de su fe. Aquí puedes ver la fe del mundo entero, y esto nos da fortaleza para continuar en Irak. Nuestra situación es difícil, pero continuaremos allí».
El padre Saad recuerda que los cristianos en Irak se limitan a ser «los hijos de nuestros padres, que vivieron la fe en nuestra tierra» desde mucho antes del nacimiento del Islam. Pero también quiere subrayar que su presencia en la Jornada no es una reacción reivindicativa «porque seamos una minoría en Irak, sino porque pertenecemos a la Iglesia».