Irak: nuevas crisis para un nuevo Gobierno
En un panorama marcado por el regreso del Daesh y el desplome de los ingresos por petróleo, la Iglesia ve esperanza en los gestos de solidaridad interreligiosa suscitados por el coronavirus
«Hacemos todo lo posible para dar esperanza a la gente, pero no es fácil», reconoce a Alfa y Omega monseñor Yousif Thomas Mirkis, arzobispo caldeo de Kirkuk. Con 2.800 casos, un centenar de fallecidos (oficiales) en todo el país, y 20 positivos y solo un muerto en su ciudad, no se refiere al coronavirus. Le inquieta más «la vuelta de los terroristas, con el incremento de ataques de células durmientes del Daesh desde hace un mes»; un despertar que los expertos atribuyen a que el Ejército nacional está centrado en luchar contra la pandemia y al repliegue, por el mismo motivo, de la coalición internacional.
«Otra causa de preocupación es la economía», prosigue el arzobispo. No se trata solo de los efectos del confinamiento para los trabajadores informales. El desplome de los precios del petróleo «es terrible para el país», que según el Irak Oil Forum podría ver cómo sus ingresos, de los que el Estado depende en un 95 %, pasan de 72.000 a 23.000 millones de euros. «Mucha gente duda de que vayan a poder pagar» a los seis millones de funcionarios.
No es fácil por tanto el panorama al que se enfrenta el recién elegido primer ministro Mustafa al Kadhimi. Tras seis meses de crisis política, el patriarca caldeo, Louis Rapahel Sako, recibió con «esperanza» el nombramiento de quien define como «un hombre honesto», apolítico y abierto al diálogo. Pero Al Kadhimi, a pesar de asumir el poder con tono conciliador, solo tardó tres días en tener que enfrentarse el domingo a renovadas manifestaciones en contra, que ese mismo día se cobraron el primer muerto. El empeoramiento de la crisis económica solo puede endurecerlas.
Solidaridad de ida y vuelta
Sin embargo, la Iglesia iraquí está acostumbrada a buscar entre las sombras signos de esperanza. Y a serlo ella misma. Y el cardenal Sako, en una entrevista con AsiaNews, los veía sobre todo en la solidaridad interreligiosa que ha suscitado la crisis sanitaria. En Bagdad, la Iglesia caldea ha repartido entre las parroquias más de 90.000 euros para ayudar a familias necesitadas, sin distinción de credo. En los barrios de Doura y Bayaa, por ejemplo, de los 85 hogares asistidos 20 son de musulmanes. En otros, «como Battaween y otros suburbios, ciudadanos musulmanes han donado a las iglesias dinero para familias cristianas», explica Ekhlass Macdassy, secretario del Patriarcado.
También en Kirkuk, «desde el comienzo del confinamiento repartimos cada 20 días 150 packs de alimentos a las familias más necesitadas», explica monseñor Mirkis. No son de las parroquias ni necesariamente cristianas, sino que las localizan gracias a varios grupos de jóvenes voluntarios, «muy activos y bien organizados». El arzobispo además ha invitado a todos sus fieles a unirse, desde casa, a la jornada de ayuno y oración por el fin de la pandemia que ha convocado el Alto Comité para la Fraternidad Humana. Una invitación que el cardenal Sako ha hecho extensiva a todos los iraquíes, incluida la mayoría islámica. «En este difícil momento la humanidad, y en particular los iraquíes, necesitan solidaridad y esfuerzos conjuntos para eliminar el enemigo común que representa el COVID-19 y todos los problemas que de él se derivan, para que podamos vivir en paz, seguridad, estabilidad y alegría».