Intelectuales, homosexualidad y sentido común - Alfa y Omega

Hay una frase de George Orwell que me ha venido a la mente leyendo, en Il Foglio, las objeciones de Luigi Manconi a lo que escribí en el Corriere della Sera el 30 de diciembre, cuando observé que el debate público italiano sobre el reconocimiento del derecho al matrimonio y a la adopción por parte de las personas homosexuales se caracterizaba por la ausencia de voces disidentes frente al flujo de las ideas dominantes. ¿Pero cómo –objeta Manconi– se puede hablar de la obediencia a las ideas dominantes, en un país donde hasta ahora no hay ni siquiera un proyecto de la ley sobre las uniones civiles, ni existe el delito de homofobia? Sin embargo, se puede. Se puede muy bien, recordando las palabras de Orwell: «El conformismo de los intelectuales no se mide por lo que piensa la gente común, sino por lo que piensan los otros intelectuales».

Ahora, en todo Occidente, la opinión mayoritaria de todos ellos está de parte de las reivindicaciones de los movimientos homosexuales. Por una razón obvia, a saber: que a los intelectuales occidentales les encanta hacerse pasar por defensores de cada minoría que se presenta como oprimida, o incluso perseguida, como, por cierto, ha sucedido históricamente en los países protestantes con la minoría homosexual. Es bastante obvio que, en el ambiente intelectual, hay quien, para sí mismo, está convencidísimo de que el género se corresponde con una base sexual biológica, de que no se puede hablar de un derecho a la paternidad, sino que el único derecho es el del niño a tener un padre y una madre… Quien para sus adentros está quizá muy convencido de todas estas cosas, sin embargo, titubea a la hora de decirlo claramente, por la sencilla razón de que no desea exponerse al juicio negativo que tal declaración le supondría inmediatamente por parte de sus semejantes. Generalmente, los intelectuales no temen el juicio de la gente común (que, de hecho, muy a menudo, se deleitan en contrastar), pero temen mucho el de otros intelectuales. Como Orwell había entendido perfectamente.

También saben que, en una sociedad democrática de masas –en particular en lo que respecta al ámbito de los valores personales y de las costumbres–, la opinión de los adeptos a las tareas intelectuales está destinada, inevitablemente, tarde o temprano, a convertirse en la opinión dominante.¿Puede alguien realmente dudar de que, en un brevísimo espacio de tiempo, también la mayoría de nuestra opinión pública no se adaptará a la opinión actualmente dominante en casi todas partes de Europa y de América del Norte? ¿De qué lado está el conformismo? Me pregunto, ¿en qué dirección va la corriente principal? ¿En la de Obama o en la del cardenal Bagnasco [Presidente de la Conferencia Episcopal]?

PD: Me gustaría dejar claro que esto no es un artículo sobre la homosexualidad, los homosexuales o de sus derechos. Es un artículo sobre las vestales de la Ilustración, que no se han dado cuenta de que se transformaron con el tiempo en centinelas piadosas de las mayorías silenciosas.

Ernesto Galli della Loggia
Traducción: María Pazos Carretero