Imagina que tu hija es tuya - Alfa y Omega

Imagina que tu bebé tiene una enfermedad aparentemente incurable. Pero que crees en los milagros o, al menos, crees que la hora de la vida y de la muerte no te pertenecen a ti. Imagina que tú, que eres su padre o su madre, no te arredras esa potestad divina, pero sí tu país. Imagina que, contra tu voluntad, un médico quiere entrar en esa sala fría de hospital, con olor a lejía y el pitido de la vida de fondo, a la que tú has querido dar color de hogar con peluches, flores y globos, y desconecta ese cable que, como un hilo de luz, ancla a tu bebé a este mundo. Imagina que lo hace mientras tú gritas que ese poder solo pertenece a Dios. Imagina que un diplomático de otro país, que nada tiene que ver contigo, levanta el teléfono y te dice esas palabras sagradas, inesperadas, agradecidas. Que tu hija, Indi, es ciudadana italiana. Y que nadie excepto el Altísimo decidirá cuándo es el momento —ahora o dentro de años— de que haya una nueva pequeña estrella en el firmamento. Imagina, además, que el hospital pediátrico del Papa Francisco te propone poner todos sus recursos para paliar su dolor y el vuestro. Imagina que el interés superior de tu hija lo decides tú, su padre o madre. E imagina, finalmente, que tus peores pesadillas se cumplen. Que vives «el infierno en esa sala» en la que alguien que jamás ha cruzado una palabra contigo decide que tu niña debe morir asfixiada. No por su enfermedad, cuando el Señor la llame. Sino asfixiada cuando unos jueces deciden. Imagina que eso pasa en noviembre del año 2023. Imagina que tu país ha matado a tu hija.