Misa en Erbil: «Hoy puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva» - Alfa y Omega

Misa en Erbil: «Hoy puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva»

El Papa se despide del pueblo iraquí celebrando la Eucaristía en un estadio deportivo. Es el acto más multitudinario del viaje

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: CNS / Paul Haring.

Es la última parada con fieles de este domingo, 7 de marzo, y del viaje de Francisco a Irak. El Papa y su comitiva se han trasladado a Erbil para celebrar la Eucaristía en el estadio Franso Hariri, el segundo más grande de Irak. Es el encuentro más multitudinario de estos días de visita histórica al país, la primera realizado por un Papa.

Ante los múltiples iraquíes presentes, representación de diversas religiones –un caldeo, un curdo y un árabe han leído las tres lecturas de la celebración– Francisco ha vuelto a recordar las heridas de la guerra y la violencia, «heridas visibles e invisibles». La tentación, ha reconocido, «es responder a estos y a otros hechos dolorosos con una fuerza humana, con una sabiduría humana». En cambio, «Jesús nos muestra el camino de Dios, el que Él recorrió y en el que nos llama a seguirlo».

En alusión al Evangelio del día, en el que Jesús echa del templo a los cambistas, Francisco ha destacado que Él también «desea que nuestro corazón no sea un lugar de agitación, desorden y confusión». El corazón se limpia «delas falsedades que lo ensucian, de la doblez de la hipocresía». «Necesitamos eliminar de nuestro corazón y de la Iglesia las nefastas sugestiones del poder y del dinero», y para ello, «necesitamos ensuciarnos las manos, sentirnos responsables y no quedarnos de brazos cruzados mientras el hermano y la hermana sufren».

Jesús, además, «nos hace partícipes de su misma fuerza y sabiduría. Nos libera de un modo de entender la fe, la familia, la comunidad que divide, que contrapone, que excluye, para que podamos construir una Iglesia y una sociedad abiertas a todos y solícitas hacia nuestros hermanos y hermanas más necesitados». Y al mismo tiempo «nos fortalece, para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin». Con la fuerza del Espíritu Santo «nos envía, no a hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros, hombres y mujeres llamados a testimoniar que el Evangelio tiene el poder de cambiar la vida».

«Destruid este templo y en tres días lo levantaré de nuevo», dice el Señor en el Evangelio. «Con la fuerza de su Resurrección puede hacernos resurgir a nosotros y a nuestras comunidades de los destrozos provocados por la injusticia, la división y el odio». La Iglesia en Irak, ha añadido, «hizo y está haciendo mucho por anunciar esta maravillosa sabiduría de la cruz propagando la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente a los más necesitados». También «en medio de una gran pobreza y dificultad, muchos de ustedes han ofrecido generosamente una ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren». Este, ha reconocido, «es uno de los motivos que me han impulsado a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel».

Gracias por la valentía

Bashar Matti Warda, arzobispo caldero de Erbil, ha agradecido al Papa en nombre de los iraquíes que haya sido «valiente para venir aquí, a este turbulento país nuestro, una tierra tan llena de violencia», y por haberlo hecho «en este tiempo de pandemia y crisis mundial: esto hace concretas las palabras de Cristo: «No temáis”».

Agradecido por la continuada oración del Santo Padre por Irak, «usted continúa instando a este mundo destrozado y este país destrozado a encontrar un período de paz, humildad y prosperidad, dignidad de vida y perspectivas para todos». Por último, ha constatado que «el poderoso mensaje de hermandad y perdón es ahora un regalo para todo el pueblo de Irak que nos deja, a cada uno de nosotros en este país, una responsabilidad duradera de dar vida a su mensaje en nuestra vida diaria».