Hoy se separan nuestros caminos. Hoy termina mi colaboración con este medio, que me ha dado el espacio para acercar mi realidad a sus casas durante el curso.
En estos meses de espacio privilegiado lo único que he pretendido es mostrarles la realidad en la que disfruto cada día, por más que sea difícil, y que lleguen a enamorarse ustedes tanto como yo lo estoy del trabajo con personas. Trabajar en una entidad como Proyecto Hombre no es más que acercarnos al encuentro de personas que están quebradas. Pero no más que cualquiera. Cada uno tiene sus daños, frustraciones, tropiezos, culpas… A veces, solo nos separa de nuestras dificultades el disfraz que nos ponemos para salir al mundo. Otras veces ni eso.
La realidad de las adicciones está más cerca de lo que pensamos. Y las personas que tienen una adicción son más parecidas a nosotros de lo que nos gustaría –por la inquietud que nos provoca sentirnos tan vulnerables–. Pero es así. El gran poeta y místico Jalil Yibrán dejó escrito en su libro El profeta: «A menudo os he oído hablar de aquel que comete una falta como si no fuera uno de vosotros, sino un extraño y un intruso en vuestro mundo. Pero yo os digo que, así como el santo y el justo no pueden elevarse más allá de lo más alto que existe en cada uno de vosotros, así el débil y el malvado no pueden caer más bajo que lo más bajo que está también en vosotros. Y así como una sola hoja no se vuelve amarilla sino con el silencioso conocimiento del árbol, así, el que falta, no puede hacerlo sin la voluntad oculta de todos vosotros».
Somos iguales. Y mi misión en estos meses ha sido construir un puente entre orillas que nunca, de hecho, han estado separadas. Porque las personas con las que trabajo y las personas a las que he escrito están en la misma corriente del mismo río.
Y por último, querría invitarles a que se acerquen, a que compartan sus vidas, sus inquietudes, su sabiduría con personas con quienes descubrir y sumergirse en este gran río de la vida.
Gracias y hasta siempre.