Las obras colectivas son práctica habitual en la edición universitaria. En ellas, un grupo de profesores realizan un acercamiento a un tema común, y cada autor arrima el ascua a su doctrina, como diría Enrique García-Máiquez. Luego, en el circuito de la edición comercial estas obras se reciben con suspicacia, porque al público general no suelen gustarle ese tipo de libros.
Por eso llama la atención que Paidós, editorial con un marcado interés por la alta divulgación, presente Hannah Arendt y el siglo XX, donde un buen grupo de profesores reflexiona sobre distintos aspectos de esta pensadora. Los autores no son suficientemente conocidos en España, pero imagino que lo serán para el lector muy especializado.
Contiene un capítulo especialmente llamativo titulado «Conversaciones interminables entre amigos. Hannah Arendt y la amistad». Su autora, Úrsula Ludz, afirma que aunque Arendt no tiene ninguna obra dedicada exclusivamente a la amistad, es un tema presente en sus escritos, en los que señala las dos dimensiones inseparables del hombre, la comunitaria y la individual. Así, por un lado escribe a su amiga Hilde Fränkel: «Mientras uno está en este mundo vive en él, es decir, con sus amigos y no realmente con uno mismo». Y en una anotación de 1968 en su Diario filosófico apunta que «gracias a la capacidad de hablar con los demás soy también capaz de hablar conmigo misma, es decir, de pensar».
La visión de la amistad que tiene se apoya en una idea de su pensamiento: actitud de agradecimiento fundamental hacia aquello que es tal como es, que nos viene dado y no ha sido hecho. Arendt experimentó esta ratificación de la vida a través de la amistad a lo largo de toda su existencia; la acción de la amistad desempeñó un papel esencial en su vida. Las cartas editadas a partir de su legado han permitido también conocer el amplio entramado de relaciones de amistad que Hannah Arendt mantuvo durante toda su existencia. «Qué tremendo regalo es esta amistad», escribe en una.
En la amistad, los amigos mantienen una cierta relación entre sí, pero cada cual sigue siendo lo que es, aunque en el curso de esta relación se troque en alguien distinto. Esta fue la única manera de ser capaz de experimentar y conciliar sus incontables amistades sin tener la sensación de perderse a sí misma.