Hakuna lanza Vivo para contar «el impacto de Cristo cara a cara»
Se dispara el número de personas que quieren ver en su ciudad una película documental «para creyentes y no creyentes», que cuenta cómo delante del Santísimo «algo se rompe y no lo puedes comprender»
«De repente se pusieron delante del Santísimo y eso les impacta. Hay algo que se rompe dentro y no lo pueden comprender»: así explica Lucía González-Barandiarán, directora de la distribuidora Bosco Films, el contenido de la película documental Vivo. ¿Quién anda ahí?, que va a lanzar próximamente junto a Hakuna.
El proyecto nació hace tres años y va a ver la luz en un momento en el que «hay mucha gente necesitada de Dios, muchas personas que vuelven a las iglesias o que entran por primera vez», afirma González-Barandiarán. En medio de esta pandemia «hay mucha necesidad y búsqueda de volver a lo importante. Hoy más que nunca estamos necesitados de trascendencia. El momento no puede ser mejor».
La idea nació en el seno de Hakuna al comprobar los frutos de las Horas Santas que organizan por toda España, y ver «el impacto de Cristo en la vida de las personas». Así, Vivo cuenta cuatro historias: un matrimonio muy tocado por la oración y tres jóvenes que antes no tenían relación con Dios o incluso estaban en contra.
«Es curioso porque a todos les llama la atención la vida de un católico que tienen cerca. Perciben que algo grande les pasa por dentro y casi por curiosidad se acaban encontrando cara a cara –literalmente– con Dios», afirma la directora de Bosco Films. Por eso, «no podemos tener miedo a hablar de Dios, porque es el mejor regalo que le podemos hacer a alguien», añade.
En este sentido, José Pedro Manglano, promotor de Hakuna en todo el mundo, afirma sobre la cinta que «son historias de hoy, sin ficción ni actores», y resultará «muy interesante para creyentes y no creyentes», porque «a todos nos gusta saber los lugares donde se encuentran poderes especiales o energías sanadoras», algo que los que se acercan a Hakuna comprueban ante el Santísimo «semana tras semana».
De momento, la distribuidora ya ha recibido en menos de 24 horas 1.500 peticiones de personas que desean que la cinta se estrene en los cines de su ciudad. Todo para que «cuando las salas decidan abrir sepan que hay mucha gente que va a ir a ver la película», afirma Lucía González-Barandiarán. Además, ya ha comenzado el proceso de distribución en países de América Latina, Polonia, Corea del Sur o Eslovenia, «porque la gente en todo el mundo necesita volver a sus raíces para ser feliz».
«Aún recuerdo cómo me dedicaba a grabar mis propias historias con la videocámara de mi padre. Una mini VHS, un PC barato, y cientos de tardes imaginando mundos y recreando universos para plasmarlos en una pantalla. Luego, llegaron Jurassic Park y Toy Story, y el CGI y el 3D se convirtieron en mi obsesión. La posibilidad de crear personajes fantásticos y héroes y villanos de otros mundos con solo mis manos y un ordenador era pura adicción. El grafismo y la edición se fueron acumulando entre mis conocimientos para poder dar rienda suelta a tanto desvarío mental. Después de pasar por distintas productoras cinematográficas, los conocimientos se fueron afianzando. Entre producción y producción, pasé largas temporadas trabajando en tele, pero mantuve intacta mi curiosidad fílmica realizando algunos proyectos paralelos. Seguir viajando a otros mundos a través de un objetivo siempre ha sido mi motor.
En uno de estos viajes, me encontré con un grupo de jóvenes y adultos que, sin saberlo, formarían parte de mí para toda la vida. Junto a ellos aprendí que todavía existen personas que adoran a un Dios de una manera distinta a la que yo había conocido hasta ese momento. Personas que te cuentan, sin miedo ni vergüenza, que aman a ese Dios. Y que lo aman tanto que no pueden dejar de contártelo, porque la felicidad también se contagia. Ese amor que sienten es su droga. Adictiva, pero sanadora y muy pasional.
Durante dos años me han abierto las puertas de su mundo y he podido documentar lo que allí estaba pasando. Todo empezó cuando asistí a la primera Hora Santa y presencié algo que no esperaba. Yo recordaba las misas de mi infancia como algo vacío, artificial y automático. Pero lo que había allí era algo totalmente distinto.
Para mi ha supuesto una experiencia absolutamente enriquecedora conocer a personas que se entregan a los demás, con gran capacidad de sacrificio, generosas y con una sonrisa que nunca se borra».