¿Hacia una nueva empresa de inspiración cristiana? - Alfa y Omega

En su discurso ante la Asamblea de la ONU del 2023, su secretario general, António Guterres, reclamaba enriquecer la actual tipología jurídica de sociedades empresariales. Indicaba que ha habido en ella una falta de innovación y precisaría, por tanto, de una mayor creatividad para adaptarla a la nueva realidad económica. Los expertos en gestión, por su lado, apuntan a que la situación actual del desarrollo técnico, así como las características de las nuevas generaciones que se incorporan a la empresa, señalan la necesidad de buscar un nuevo paradigma organizativo que sustituya el sistema burocrático y aproveche en mayor medida las capacidades humanas, a la vez que favorezca precisamente el desarrollo de las mismas. 

Uno de estos expertos es Gary Hamel, profesor de la London Business School y de la Universidad de Harvard. Recientemente ha acuñado el término humanocracia como contraposición al modelo organizativo burocrático, que, en cualquier caso, ha posibilitado tantos avances de la productividad empresarial en los dos últimos siglos. Y que, por otra parte, si la comparamos con las organizaciones despóticas y caóticas anteriores, puede considerarse una bendición del cielo. La nueva propuesta de Hamel busca «crear organizaciones tan extraordinarias como las personas que las integran», recalcando en todo momento que el desarrollo empresarial de las organizaciones actuales está determinado por el desarrollo de las potencialidades humanas de las personas que forman parte de ellas. Desde otro punto de vista, se va imponiendo la idea en Occidente de que los beneficios son necesarios y los accionistas merecen un retorno justo, pero estos no son el objetivo. El objetivo está puesto en el propósito. Así, el filósofo Viktor Frankl indica que «el éxito, como la felicidad, no puede perseguirse, debe ser un resultado, un efecto secundario involuntario de la dedicación personal a una causa más grande que uno mismo». Esta idea es otra paradoja: al enfocarse en el propósito más que en los beneficios, estos tienden a ser mayores.

En este contexto surge la propuesta de un modelo inclusivo participativo de empresa, inspirado en los principios y valores del humanismo cristiano y en los sistemas de gestión puestos en práctica en algunas cooperativas del Grupo Mondragón. Fue aprobado por unanimidad en los parlamentos del País Vasco y Navarra en el 2018 y se está implantando progresivamente en las empresas líderes de dichas comunidades. El modelo se concreta en cuatro ejes, que buscan humanizar las empresas y mejorar su competitividad, conciliando esta con el desarrollo de las personas que en ellas trabajan, en un marco de sustituir la confrontación como actitud básica por una cooperación que genere beneficios para todos. Los ejes, que a su vez se desarrollan en orientaciones concretas de gestión e indicadores para su seguimiento, son, en primer lugar, elaborar un proyecto compartido, con un adecuado equilibrio de los grupos de interés, una política de capitalización de beneficios y un impulso al gasto en I+D+ i. También modificar las prácticas de gestión y la cultura de empresa, basándolas en la transparencia en la información y la colaboración y la confianza entre sus miembros, desarrollando un liderazgo de servicio y unos valores compartidos, una comunicación sistemática, un modelo organizativo participativo, la formación en competencias y habilidades, una política retributiva equitativa, buscar la satisfacción de los profesionales, la promoción interna, la igualdad entre hombres y mujeres y el cuidado de la conciliación familiar. Otro pilar es superar la confrontación y buscar el acuerdo sobre el proyecto empresarial mediante la participación, potenciando la autonomía de gestión y la participación en los resultados. Y, por último, preocuparse por el impacto social de las actuaciones empresariales y buscar la implicación en problemas del entorno, lo que implicaría honestidad fiscal, la integración de distintos colectivos y la contribución a mitigar cuestiones sociales mediante una dotación económica y el concurso de sus profesionales. Para buscar la máxima aplicabilidad en la empresa de este modelo podría ser de interés buscar la formalización de una nueva tipología societaria, que complementaría la actual panoplia de sociedades (S. A., S. L., cooperativas..) con una fórmula a la que las empresas se adhirieran libremente y que podría tener también un régimen fiscal diferenciado. Su implantación supondría actualizar el legado del venerable José María Arizmendiarrieta —promotor del Grupo Mondragón—, que dejó lemas como «transformar la empresa para transformar la sociedad» y «siempre hay un paso más que dar».