Hacia un cuidado educativo integral - Alfa y Omega

Del 27 al 28 de mayo tuvo lugar, en Ciudad de México, el XXVII Congreso Interamericano de Educación Católica, organizado por la CIEC –que representa a 35.000 centros educativos católicos en América Latina– con la colaboración y liderazgo de la Fundación Edelvives y Edelvives México. Más de 1.100 profesores de todo el continente nos demostraron su entusiasmo y su compromiso por involucrarse en lo que llamamos Los futuros de la educación, al hilo de la iniciativa de la UNESCO que lleva ese mismo nombre y del llamamiento que el Papa Francisco nos hace para construir un Pacto Educativo Global.

En todas estas acciones desarrolladas en los últimos tiempos subyace una realidad, muy bien expresada por el pedagogo brasileño Paulo Freire: «Si la educación no lo puede todo, alguna cosa fundamental puede la educación». O, como dice la UNESCO, «el conocimiento y el aprendizaje son los mayores recursos renovables de los que dispone la humanidad para responder a los desafíos e inventar alternativas».

La pregunta es: ¿cómo queremos ejercer la educación para que verdaderamente sea transformadora? Hoy en día, con más urgencia tras la pandemia que acabamos de sufrir y todas las dificultades que nos rodean, tanto en América Latina como en España, la educación pasa por el cuidado. No basta con el conocimiento; hacen falta conciencia y corazón.

Estamos decididos a poner en marcha un nuevo paradigma del cuidado, una transformación desde dentro que compromete un modo de vida hacia afuera. Ese es el gran desafío educativo al que nos enfrentamos: si aprendemos a cuidar y a dejarnos cuidar, entraremos en la senda de un desarrollo humano que no solo va a satisfacer unas ciertas necesidades básicas, sino que va a encontrar más alegría en el ser que en el tener.

Luis Aranguren, doctor en Filosofía y licenciado en Teología, nos habla en su libro Tiempo emergente de una «ética del cuidado», que no es otra cosa que entender que nuestras decisiones personales y colectivas humanizan la vida que vivimos y nos impulsan a cuidar la vida de la que formamos parte. Porque somos interdependientes y ecodependientes. Porque es cuidar de los otros lo que nos hace humanos. Porque cuidar no es una opción, es un dato antropológico. Si conocemos la realidad que habitamos y si nos hacemos conscientes de que los vínculos humanos se encuentran en el origen de los cuidados, podemos cambiar el rumbo de esta humanidad herida.

En lo que nosotros llamamos cuidado educativo integral juegan un papel importante los procesos de acompañamiento, con métodos y herramientas concretas para caminar junto a cada persona, con una mirada y actitud preferente hacia el más vulnerable. Se trata de salir de nosotros mismos para acoger al otro e intentar disminuir las brechas de exclusión acentuadas durante la pandemia, con el fin de que «nadie se quede atrás», invitación que nos hizo Francisco.

¿Cómo podemos aterrizar esta ética del cuidado en los colegios? ¿Cómo respondemos al desafío de lo que llamamos cuidado educativo integral? A través de cuatro dimensiones:

Pastoral-espiritual: tenemos que desarrollar y potenciar la competencia espiritual de los alumnos, su capacidad de transcendencia, y facilitar a cada uno de ellos que pueda experimentar una realidad que le ofrece profundidad y significado a su existencia.

Innovación-metodología: debemos acompañar a los docentes en su camino de formación continua, para que desempeñen su tarea lo mejor posible, atendiendo a la diversidad de los alumnos y a la complejidad de las relaciones con las familias.

Familias: si nos ponemos a la escucha y conocemos las exigencias inherentes a la vida de los individuos como padres y madres será más fácil cuidar a las familias y ofrecerles soluciones para que ellos mismos ejerzan su papel de agente educativo desde el paradigma del cuidado.

Liderazgo-gestión: las dinámicas del cuidado irradian del empeño de los responsables de los centros educativos. En la medida en que los equipos directivos estén formados para desarrollar su vocación de servicio como auténticos líderes, sabrán gestionar, cuidar y acompañar a toda la comunidad educativa.

Cuando, el pasado mes de noviembre, presentamos en Madrid el proyecto de la Fundación Edelvives para iniciar la revolución del cuidado educativo integral, nos prometimos que no lo íbamos a dejar en un evento festivo o en palabras bonitas. Los 300 representantes de congregaciones religiosas e instituciones educativas que estaban allí tampoco nos lo permitirían. La Cátedra del Cuidado que hemos puesto en marcha con la Universidad de Zaragoza, la investigación que estamos realizando en los centros para determinar en qué medida el cuidado está en el eje de las estrategias y actuaciones, las publicaciones y decenas de eventos que estamos organizando para difundir esta propuesta, o este último congreso en México (porque el cuidado educativo integral ya ha saltado el charco)… son concreciones reales que vamos a seguir alentando en beneficio de la educación y de la infancia, que es, en definitiva, nuestro horizonte último.

Hablando del «cuidado de la calidad en la escuela católica», el secretario general de la CIEC, mi buen amigo Óscar A. Pérez Sayago, dice que la escuela católica se construye sobre una propuesta de escuela contemporánea e innovadora, y es ahí donde la frescura del Evangelio, la fraternidad y la libertad tienen posibilidad de florecer y enraizar. En ese equipo nos encontraréis siempre: el equipo de los que estamos convencidos de que, tocando los corazones, transformamos la educación, la sociedad y la realidad.