Gugerotti quiere «arreglar el escándalo de la cristiandad dividida»
Además, el prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales denuncia en la región «una política de élite» formada por personas «al margen de las reglas»
El prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales define la región como «una tierra de mártires que sigue siendo víctima del martirio». Lo hace en entrevista con la prensa vaticana con motivo de la plenaria el pasado 26 de junio de la Reunión de las Obras de Ayuda a las Iglesias Orientales (ROACO). En su charla con periodistas, Claudio Gugerotti alerta del riesgo de desaparición para las comunidades milenarias afincadas en estos países. Algo que supondría, aparte de los incalculables daños materiales y personales, «perder un tesoro compuesto por los padres de la Iglesia, himnos, oraciones y tradiciones». Reivindica que estas aportaciones «son irremplazables» y que, de dejar de existir, «en el cuerpo de Cristo habrá un vacío, pero también lo habrá en la cultura de la humanidad».
El cardenal italiano denuncia que el hostigamiento constante que sufren los cristianos en muchos de sus países natales «los borra de su tierra». Una persecución que, una vez llevada a término, desestabiliza aún más los países porque son precisamente los fieles desplazados «uno de los fundamentos culturales, sociales y políticos de esas mismas tierras». Reconoce que «teníamos la ilusión de que con el fin de la persecución soviética los cristianos podrían obtener un espacio pacífico para vivir, pero no es así». Y, de acuerdo con su análisis, «la percepción que tienen esos cristianos es que no son bienvenidos ni tolerados en su propia tierra».
En este contexto, Gugerotti identifica un modo de gobernar que «ya no es una política del pueblo, sino una política de élite». Y que está formada por «personas que se arrogan el derecho a una función de liderazgo al margen de las reglas». Como antídoto, reclama recuperar las exigencias morales también entre quienes ostentan el poder. «La gente asiste impotente a la devastación que se extiende como un reguero de pólvora», considera. «Y cuando al poderoso de turno se le reprocha violar el derecho internacional y humanitario, responde como diciendo: “No me interesa”», protesta.
Entre las aportaciones que puede hacer para la desescalada el dicasterio que encabeza, el purpurado revela que «tiene el objetivo de arreglar el escándalo de la cristiandad dividida». Y se mantiene optimista en que «la solidaridad histórica que hoy, por necesidad, se da entre las Iglesias es una clara invitación a una comunión que hasta ahora no hemos podido alcanzar mediante la reflexión teológica».