Gentes: Paul O’Callaghan, profesor de Antropología Teológica (en Palabra)
La alegría y fuerza de los primeros cristianos ante la resurrección de Jesús no se limita a la buena suerte personal de Éste. Entendían que la Resurrección estaba destinada también a ellos mismos y a todos los hombres. No sólo el alma está destinada a la vida eterna, sino también el cuerpo, y con él la vida que hemos vivido, las relaciones sociales, y todo lo que lleva consigo nuestra corporeidad. Es la alegre afirmación por parte de Dios de la materia, del cuerpo y de los sentidos.
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