Gemma Morató i Sendra: «Se han menospreciado los abusos de poder y conciencia»
La dominica de la Presentación Gemma Morató i Sendra es la autora del monográfico Caminos para sanar todo abuso sobre los abusos de poder y de conciencia, publicado por la revista Vida Religiosa. Una temática desplazada por los abusos sexuales. La religiosa denuncia que muchas monjas víctimas, aun teniendo herramientas y el derecho de su parte, deciden dejar los votos sin ni siquiera denunciar.
¿Cómo se gesta el monográfico?
Nos hemos centrado mucho en el abuso sexual, que es terrible, pero hay unos abusos previos muy graves que son el de poder y el de conciencia. El primero es fácil de reconocer. El segundo carcome a la persona y la hunde, pero es muy sutil. Intenté darles un fundamento teórico. Uní todo aquello que yo había escuchado de las víctimas al trabajo que se había hecho en la Iglesia universal.
¿Faltan canales oficiales en la vida religiosa para interponer denuncias?
Las instancias las tenemos, pero o no son conocidas o no están funcionando como deberían. El problema es que son abusos difíciles de demostrar. No puedes llevar según qué pruebas. Durante muchos años se han menospreciado, pero esto está cambiando. Muchas religiosas sienten vergüenza y no saben cómo dar el paso; el miedo sigue pesando no solo por vergüenza, sino porque sabemos que, a menudo, las cosas de arriba van muy lentas, se dan largas, algo que en circunstancias como estas duele mucho.
¿Cuánto se tarda de media en dirimir un caso?
Falta eficacia. A la Iglesia, que de por sí a veces es muy lenta, le falta rapidez en la resolución de estos casos. A la víctima se le hacen eternos los procesos, que se extienden por dos o tres años. Y en ese tiempo la persona sigue sufriendo y es estigmatizada por haber hecho la denuncia. Se convierte en una víctima doble.
¿Cómo ha sido recibido este trabajo?
Me han contactado dos tipos de religiosas. Las mayores sufrieron abusos en otras épocas, pero optaron por guardárselo. Han sufrido mucho, pero ahora son muy mayores y no se ven con ánimo de denunciar. Además, quien ha sido el abusador o la abusadora sigue en la misma congregación. Fue durísimo escucharlas. Después, religiosas de votos temporales me han escrito porque no fueron aceptadas en la congregación por miedo a futuros problemas.
¿Qué diría que es fundamental en esa fase de escucha?
La formación y trabajar en red con expertos del ámbito de la psicología y del acompañamiento. Y eso es lo que falla en algunas partes. Muchas veces quien está al otro lado es un sacerdote. Que a nivel espiritual va muy bien pero, a veces, la psicología masculina es mucho más práctica. No tenemos la misma manera de ver las cosas. Y los hombres pueden no darle la suficiente importancia. Es fundamental entender que las dinámicas de las relaciones en una comunidad femenina son distintas a una masculina.
¿Puede poner un ejemplo?
Son exageraciones de lo cotidiano, donde lo sencillo se convierte en algo tan encorsetado que la persona no puede aportar nada. Por ejemplo, poner la mesa de una determinada manera, a la misma hora; fregar el suelo cada día de rodillas; que te acompañe una superiora a comprarte la ropa íntima o tener que contar hasta el último detalle de dónde vas o con quién has estado.
¿Esto pasa menos en las masculinas?
No pasa tanto. A los religiosos los dejan más libres, hay menos control férreo. Además, la mayoría llegan a la ordenación sacerdotal, lo que da más libertad. Otro drama es que en algunas congregaciones femeninas cuesta mucho apostar por la formación.
En el monográfico se hace referencia a un perfil de maltratador.
Este es el verdadero drama, que gente con este perfil pueda llegar a ser superior en alguna congregación. Ahora hay filtros psicológicos eficaces que hace 20 años los hubieran dejado fuera.