Ganador del Premio Fernando Rielo: «La poesía mística es una manera de orar muy bella»
Jesús Martínez ha ganado el Premio Fernando Rielo con un poemario que aúna el absoluto de Dios y la honda mirada de Cristo a las mujeres
«Tú en mí es vivir, como estando en el cielo sin figura». Versos como este le han valido al sacerdote del Opus Dei Jesús Martínez García el 45 Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, que recogió el 10 de diciembre. Su poemario Contemplaciones «expresa con hondura el deseo del absoluto», ha valorado el jurado, pues «Dios habita en el corazón del poeta» y «solo lo divino permanece, solo Él es firme y definitivo».
Martínez García ya tenía la mirada y la mente preparada para ir más allá de lo visible. En el año 2000, publicó su tesis doctoral bajo el título Cómo mueve Dios el mundo. Admite que el tema «provocó unas polémicas tremendas en el siglo XVI, pero creo que todo es mucho más natural» que las trifulcas teológicas, defiende: «Todo se mueve en virtud de Dios, las criaturas no pueden pasar de la potencia al acto por sí mismas». Así, aunque «Dios no interviene de ninguna manera, todo se mueve en virtud de Él».

Estas reflexiones coinciden con sus primeros pinitos en la poesía mística, desde el año 1999. Fue, precisamente, leyendo a otro ganador del mismo galardón que acaba de recibir él. «Me dije: “Qué bonito es esto”, y lo vi como una manera de hacer oración muy bella», que se une a la litúrgica o la vocal, como el rosario. «Si le añades un tono poético lo disfrutas más», asegura. Por ello comenzó a escribir. Asegura que la poesía «de alguna manera es un don» que permite «captar la belleza de las cosas, de los sucesos». En el caso de la poesía mística, profundiza, «se hace en la oración: uno va hablando con Dios y se da cuenta de cosas» como su ser absoluto. Para ello, aclara, no hay que ser experto en métrica.
El poemario galardonado se titula Contemplaciones porque «me gusta ver las cosas, detenerme a percibir, pasear por la vida más que ir corriendo. Contemplar es, en realidad, disfrutar». Un punto extra a favor de esta forma de ir por la vida, comparte, es que cuando lo que llama su atención es la gente, puede aprovechar para rezar por ella. «Muchas personas van como corriendo por la vida: tenemos que hacer esto, lo otro y lo otro, con la música puesta, la televisión. Y no hay tiempo para detenerse».
La primera parte de su obra está dedicada a la unión con Dios. «Le digo que le amo, que espero y creo en Él, que es el gran seductor»; o se maravilla por «su inhabitación en mí». Su mirada luego se vuelve a esa «otra vida que no se ve pero que existe, la sobrenatural», que se manifiesta en realidades como la Eucaristía, pero también la shejiná o presencia de Dios en el Antiguo Testamento.
Una noche de insomnio
Otra selección de poesías está dedicada al asombro ante la naturaleza. «Cuando yo veo una puesta de sol», llena «no solo de colorido sino de densidad», o «un valle del Pirineo en otoño, todo esto rezuma la presencia de Dios. O sea, que Dios no está ahí, pero el sentimiento que tengo es que Dios está muy cerca. Y en el amor humano también se puede percibir esto. Dios va pintando cuadros en la naturaleza; solo tenemos que pararnos a disfrutarlos». Sin embargo, la mística de Jesús Martínez también se expresa anotando las ideas que se le vienen a la cabeza en una noche de Insomnio, o con una serie de «ocurrencias» tituladas A vuelapluma.
La obra termina con una serie de poemas sobre la relación de Jesús, «el gran contemplativo», con mujeres como la Virgen, Isabel, la profetisa Ana, María la hermana de Marta, Magdalena, la samaritana —«una mujer que captó quién era Jesús»— o la viuda del templo. Le emociona «la hondura y la delicadeza de su mirada, que llegaba al corazón» y captaba lo más profundo de ellas. «En el mundo judío, eran personas de segunda», pero Él «las valora igual que a los hombres».

Curiosamente, parece que esas miradas y relaciones que ha reflejado en verso le cuesta concretarlas en conversación con este semanario. «Es difícil de explicar, para eso hay que hacer oración y meterse en sus ojos», se justifica. «Esto es la oración: ver con los ojos del amor». Algo que considera especialmente oportuno y necesario «ahora que se acerca la Navidad. No es un cuento», reivindica. Al contrario, en ella «se hace presente de algún modo aquel acontecimiento» de una forma que invita al asombro y la adoración.
Oriundo de Segovia, donde está enterrado san Juan de la Cruz, pocos días después de la apertura de su año jubilar reconoce que vuelve mucho a sus poemas. «El otro día precisamente estuve releyendo alguno porque quería escribir algo y no se me ocurría. Tiene expresiones que parecen dichas de pasada pero tienen mucho calado, como la de “música callada” o la fuente que corre subterránea. Son imágenes a las que puedes dar muchas vueltas y sacarles punta por otro lado».
Dedicatoria
De puntillas me acerco a tu Presencia / con este poemario que rebosa / balbuceos de amor, tan poca cosa, / como un niño que expone su querencia.
Viene a ser un descargo de conciencia / que, a corazón abierto cual la rosa, / lo deja manuscrito, así reposa / el amor y el dolor de mi existencia.
Con cariño esta flore he preparado / y en pétalos de estrofas procurado / expresarla como Amor esperas.
Recibe estos versos-oración, / son retazos de mi contemplación / escritos para que Tú los leyeras.
(Contemplaciones)
Belén
Niño lindo nacido de una Rosa, / carita de azucena, criatura. / Para jugar te ha puesto la Ternura / un sonajero y una mariposa.
Con tus ojitos negros, luz hermosa, / contemplas con amor cada figura. / Eres Dios hecho hombre en miniatura. / Estrellas quieren verte, ¡ay qué cosa!
Te celebran pastores, que son niños, / llevándote turrones y cariños, / y un precioso pañal de fino hilo.
Te celebra la flor, la hierbabuena, /el buen, la mula cándida, la avena / y un concierto de pájaros en vilo.