Fútbol parroquial que aleja de la calle a los niños de las villas
La Unión de Clubes Parroquiales en las villas miseria de Buenos Aires nació de la creatividad de un cura, formado con Bergoglio, que acaba de plasmar su pastoral futbolera en un libro prologado por el Papa
Los pibes en las villas miseria de Buenos Aires no tenían club. Sí podían ir fuera de los barrios populares, pero esto implicaba costes elevados para una familia empobrecida. Además, necesitaban a un adulto para los traslados. Estos son, como mínimo, los primeros obstáculos que encontraban. Por eso, ante la imposibilidad de ir al club, el sacerdote Damián Reynoso, al discernir la realidad con su comunidad en la primera parroquia donde fue destinado, creó el primer club de fútbol oficial en una villa: el Club Atlético Virgen del Carmen.
Este cura tiene una sensibilidad especial para observar la realidad de los más sufrientes, y es así gracias a su propia historia. Nacido y criado en un barrio popular de grandes torres, conocido como Piedrabuna, realizó los estudios primarios y secundarios en escuelas laicas y públicas con un gran sacrificio, ya que tuvo que empezar a trabajar muy pequeño para poder colaborar con la economía familiar.
Damián Reynoso llegó al seminario a los 25 años y allí Jorge Mario Bergoglio, el actual Papa Francisco, fue su obispo durante toda la formación. En 2013, poco tiempo antes de ser ungido como Sucesor de Pedro, le preguntó a Damián a qué parroquia le gustaría estar destinado; él respondió que en alguna de las villas miseria. El entonces arzobispo de Buenos Aires terminó enviándolo a Nuestra Señora del Carmen, en Ciudad Oculta, oficialmente conocida como Villa 15. Allí se ordenó diácono y estuvo durante siete años. Hoy mira hacia atrás y recuerda este primer club villero de fútbol, que ahora tiene un millar de niños socios. Excedieron el fútbol masculino y femenino. Se sumaron los patines, el hockey, el voleibol, el fútbol sala, un club para personas con discapacidad y hasta eventos culturales, como bailes tradicionales locales y de los migrantes.
Abrazar la vida como viene; este es el objetivo que queda plasmado en El club de mi barrio, el título del libro recientemente editado en Argentina por Santa María, que nace en el contexto de dar a conocer las prácticas religiosas que realizan hace años en el club. Por ejemplo, en cada partido rezan la oración del centro, entregan una medallita a los chicos o van de viaje a conocer la basílica de la Virgen de Luján, patrona de Argentina.
El club de Ciudad Oculta contagió a otras parroquias villeras y, en paralelo, o poco tiempo después, nacieron más clubes. Hoy alcanzan los 32 en todo el país, que conforman la Unión de Clubes Parroquiales (UCP en redes sociales), con el acompañamiento de Cáritas Argentina.
Ahora, como párroco en San Francisco de Asís, en Villa Soldati, Damián Reynoso ha fundado con su comunidad el Club Papa Francisco, que tiene nuevas camisetas con frases del magisterio del Vicario de Cristo.
El objetivo no es ganar
Los clubes parroquiales de las villas tienen en común que apuntan a la prevención y al fomento de la identidad local con los colores, el escudo o la oración propia, que son significativos porque transmiten la fe a través de los valores de la amistad y el compañerismo. A diferencia de los clubes privados, estos 32 centros futbolísticos de la Iglesia en las villas no quieren levantar la copa de campeones; el fin es que los chicos estén en el club, y eso ya es ganar. Su triunfo es superar las ofertas negativas: la delincuencia y las adicciones, que llevan a los excluidos a muertes tempranas y crueles, o a la cárcel y a una vida siempre en descarte. Además, la liga de los clubes no solo cuenta con libros; también edita un suplemento deportivo, bajo la dirección del sacerdote villero Adrián Bennardis, que sale cada dos meses en la revista Comunicarnos, de la Comisión de Niñez y Adolescencia en Riesgo del Arzobispado de Buenos Aires.
Nydia González, de 34 años, vive en Isidro Casabova, en el barrio 17 de Marzo. Hija de paraguayos, madre ama de casa y padre albañil, es la coordinadora del Club San José y forma parte de la mesa de la Unión de Clubes Parroquiales; además, está estudiando Educación Primaria. Ella hizo la Primera Comunión en la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza, y esta se transformó en su casa. Allí sigue, siempre movida por la fe y el compromiso con su comunidad, con el hermano. A González le marcó la confesión con el padre villero de su barrio, Basilicio Bachi Benítez, quien al terminar le dijo: «Hija, Dios te soñó siempre feliz».
El Papa, en el prólogo del libro El club de mi barrio. Catequesis para escuelas deportivas, destaca que Jesús en su predicación hablaba con un lenguaje que todos podían entender. «En nuestro trabajo pastoral, y más todavía con chicos, hay que procurar seguir este ejemplo» sostiene el Pontífice, quien reconoce al autor, el sacerdote Damián Reynoso, como un creativo de la pastoral mediante el fútbol, algo que lo iguala a san Pablo, quien «también usó el ejemplo del deporte para ayudar a comprender la vida cristiana».
«El éxito de un equipo es el resultado de una serie de virtudes humanas: la armonía, la lealtad, la capacidad de amistad y de diálogo, la solidaridad. Se trata de valores espirituales que se convierten en valores deportivos», escribe Francisco; esta primera frase del libro es la experiencia de fe en los clubes de las villas miseria en Argentina.
Damián Reynoso
Santa María
2021
96