Fue la primera en memoria de santo Tomás Becket
Y está en Salamanca. Dos amigos del arzobispo de Canterbury, asesinado por llevar la contraria al rey, levantaron la iglesia de Santo Tomás Cantuariense en su memoria cinco años después de su muerte
Salamanca tuvo uno de sus grandes despegues de población en el siglo XII. Tras recuperar la ciudad de Toledo en el año 1085, el rey Alfonso VI encargó a su yerno Raimundo de Borgoña que repoblase la ciudad a partir del 1102. «Empezaron a asentarse en torno a una especie de patios o corrales», explica Tomás Gil, director del Servicio Diocesano de Patrimonio Artístico. Concretamente, en el lugar donde posteriormente se levantaría este templo, el de Santo Tomás Cantuariense, se asentaron los portogaleses, llegados desde Oporto.
«Lo que tiene de singular esta iglesia es que es la primera de todo el mundo que se construye bajo la advocación de santo Tomás Becket, cinco años después de su martirio y al poco de ser canonizado por el Papa Alejandro III», señala Gil. Siendo arzobispo de Canterbury, este prelado inglés se opuso a algunas decisiones de Enrique II, hasta tal punto que el rey se preguntó si «no habría nadie que fuera capaz de hacerlo suprimir», lo que desembocó en su asesinato en 1170.
Dos hermanos británicos, Randulfo y Ricardo, amigos del santo asesinado, huyeron de la persecución religiosa del rey y llegaron hasta Salamanca. En 1175 decidieron construir una iglesia, utilizando su propio patrimonio, en honor a su compatriota. Randulfo falleció en 1194, durante la construcción del templo, y, de hecho, en el claustro de la catedral vieja se conserva un epitafio en honor a él, en el lugar donde compartía con los demás sus conocimientos.
Situada artísticamente en la transición del románico al gótico, la iglesia de Santo Tomás Cantuariense fue utilizada como bastión en la guerra de los bandos de la ciudad, formando parte del bando de los de San Benito. De hecho, alguna de sus ventanas, por ejemplo en la torre, tienen forma saetera. Como detalle curioso cabe destacar la presencia de unas 700 marcas de cantería en los sillares de los muros; así se distinguían las canteras de procedencia y el trabajo de los maestros canteros.
En el interior resaltan los nervios de la bóveda de crucería, que están sostenidos por unas ménsulas en sus esquinas que representan a los diferentes pueblos de la tierra, «dando a entender que la tarea de la Iglesia no es solo seguir a Jesús, sino convertirse en misioneros que tienen que salir al mundo a anunciar la buena noticia».
En uno de los muros se custodia un sagrario de piedra del siglo XV, de estilo hispanoflamenco, donde aparecen tallados unos ángeles muy expresivos. «Están sosteniendo elementos de la Pasión de Cristo como el látigo, los tres clavos o la corona de espinas, que nos recuerdan que Jesús se encuentra vivo y presente». Otros elementos destacados son los sepulcros, de fundadores de algunos colegios de Salamanca, como el de San Ildefonso, ubicado a escasos metros de la iglesia, o el de Santo Tomás. Y en un lateral del templo se puede apreciar una Virgen de la Consolación, en el altar construido para el sepulcro de Luis de la Peña. «Esta pintura, del siglo XVI, representa a María acogiendo a la gente cansada. Ella ofrece como remedio a su Hijo, y sostiene una cesta de fruta, de la que escoge dos cerezas, que simbolizan la pasión y entrega de Cristo», revela el responsable del patrimonio eclesial salmantino.
La iglesia de Santo Tomás Cantuariense está abierta al público durante el verano y la Semana Santa, y se puede visitar el resto del año, aunque primero hay que hacer una solicitud en la Delegación de Patrimonio de la diócesis de Salamanca.