Mediterráneo, frontera de paz - Alfa y Omega

Los caminos se hacen paso a paso. 60 obispos de 20 países del Mediterráneo, con 62 alcaldes de Jerusalén a Atenas, de Rabat a Estambul, de Valencia a Lampedusa, hemos dado un nuevo paso en el gran camino de hacer del Mediterráneo una vocación común a la paz y la fraternidad, en medio del contrapunto del estallido de la guerra en Ucrania. Camino, horizonte, identidad, sacrificio, servicio, evangelización, dignidad humana, familia, inmigración y educación. Son las palabras que han sostenido los encuentros, tanto en la asamblea entre los obispos como en la que han mantenido los alcaldes, y son las palabras que se han escuchado con más intensidad en los momentos de diálogo en la asamblea conjunta posterior entre los dos grupos.

Florencia ha continuado lo iniciado en Bari en el 2020. Una iniciativa del Papa que recoge la Iglesia católica italiana, y que quiere posibilitar puentes de encuentro alrededor del Mediterráneo. Como base está la declaración que se hizo en Abu Dabi y las líneas que ha grabado la Fratelli tutti.

Esta edición ha incorporado la intuición del político católico y alcalde florentino Giorgio La Pira (1904-1977), que, desde la fe, descubrió las posibilidades de cercanía de cada municipio como punto de partida. Él ha inspirado el sueño en el Mediterráneo como espacio de armonía, un nuevo «lago de Tiberíades», decía, que ha hecho que en Florencia se dé un nuevo paso para hacer de un Mediterráneo de barreras de agua y cementerio de vidas un lago de vida para todos.

Los trabajos han propuesto profundizar en el diseño de un nuevo concepto de ciudadanía vertebrada desde la dignidad del ser humano, la defensa de la vida y de la familia, la atención al gran movimiento mediterráneo de la inmigración, el trabajo por la educación y el cambio climático, la lucha contra la desigualdad y la pobreza. Por eso se ha llegado a la firma conjunta de la Carta de Florencia, final de este paso que abre otros nuevos. Muchos dirán que no se ha llegado a leyes ni concreciones espectaculares. Pero los caminos se recorren con paciencia. Es valioso poder mirar juntos la realidad poliédrica de nuestro Mediterráneo desde el paradigma ecuménico y en clave de armonía, con la historia, con la creación, con el futuro y con las personas concretas, afirmando con fuerza tanto el derecho a migrar como a permanecer en los lugares de origen.

La Carta de Florencia es un laboratorio que dice que es posible incorporar la diversidad, no eliminarla; que es posible poner la dignidad de la persona en el centro y dar pasos que hagan del Mediterráneo un lugar de puentes donde las ciudades y las comunidades religiosas sirvan de constructores.