Frédéric Boisard y Rosen Hicher: «La única forma de ayudar a las prostitutas es la abolición»
Un experto y una superviviente de prostitución explican cómo son los talleres que impone la ley francesa a los compradores de sexo, también castigados con multas e incluso con la cárcel
Desde 2016 Francia castiga con multas e incluso con cárcel a quienes contratan los servicios de una prostituta. Los jueces pueden además obligar a los compradores a seguir unos cursos de sensibilización. Frédéric Boisard, portavoz de la fundación Scelles, es uno de los encargados de impartir estos talleres, en los que también participa Rosen Hicher, que fue prostituta durante 22 años y hoy se considera «una superviviente». Ambos han venido a Madrid gracias a la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres para contar cómo son estos cursos que contempla la ley francesa.
¿Hay perfiles determinados en estos talleres?
Frédéric Boisard: El 100 % de las 800 personas que hemos conocido en estos cursos son hombres, de entre 18 y 85 años, de todas las clases sociales y económicas. No hay un perfil fijo, pero la mayoría están casados o tienen pareja, lo cual rompe el estereotipo del hombre tímido que recurre a la prostitución porque se siente solo. Y la mayoría son padres de familia.
¿Qué les dicen a estos hombres durante los cursos?
Rosen Hicher: Yo doy mi testimonio personal. Cuento que todas estas mujeres proceden de situaciones similares: violencia, agresiones, desestructuración familiar… No son mujeres con una vida estable, sino con problemas que les hacen caer en prostitución. Yo me metí en este mundo para solo dos días y pase en él 22 años. Hay muchas que mueren jóvenes, y otras que no se curan física ni psicológicamente nunca.
F. B.: Lo primero que hacemos en los cursos es ponerles ante el rostro detrás de las personas que contratan. Después podemos desmontar los estereotipos que rodean a la prostitución y les hacemos entender que es una explotación que hace víctimas a las mujeres.
Rosen, ¿qué siente cuando acude a las charlas y se encuentra con estos hombres?
R. H.: Pienso es que son como los clientes que he tenido durante 22 años: aparentemente muy majos y buenos, pero realmente son agresores. Les explico que yo he sentido cada relación sexual como tal, como una agresión. Algunos se echan a llorar después de escucharme… Pero para mí no es fácil. Tener que revivir el pasado es como si me dieran una paliza: la noche antes no consigo dormir y tardo cerca de cuatro días en recuperarme.
F. B.: El testimonio en persona de las supervivientes es lo más efectivo para que, después del taller, alrededor de ocho de cada diez hombres aseguren que se han dado cuenta del daño que han hecho.
¿Dejan definitivamente esta práctica?
R. H.: Muchos acaban comprendiendo, pero no solo por el taller, sino también por el proceso judicial en el que están envueltos y porque muchos se lo ocultan a su familia. Algunos rompen en lágrimas y otros incluso quieren colaborar económicamente con las asociaciones que elaboran estos talleres. Los jóvenes son más sensibles y comprenden mejor el problema; los indiferentes suelen ser hombres muy mayores que llevan haciendo esto toda la vida.
En España hay un debate sobre si la prostitución debe ser regularizada o penalizada, e incluso hay una reciente sentencia del Tribunal Supremo que obliga a los propietarios de clubes de alterne a pagar la Seguridad Social a estas mujeres. ¿Cuál es su visión?
R. H.: A mí me parece impensable transmitir a los hombres la impresión de que está bien pagar actos sexuales con mujeres rotas por la vida. También es dar a los proxenetas la posibilidad de convertirse en empresarios. Supone decir que un delito está bien y que hay diferentes tipos de mujeres: unas para usarlas y otras para que sean tu familia. La única salida para ayudar y curar a estas mujeres es la abolición.
¿Creen que hay relación entre la prostitución y la pornografía?
R. H.: Sin duda. Yo me di cuenta de esta relación cuando los hombres empezaron a pedirme cosas que no habían pedido antes, cosas que aparecían en el porno, de mucha violencia.
F. B.: La pornografía es hoy prostitución grabada en vídeo. Está influyendo mucho en el consumo de sexo de los jóvenes: a la carta, rápido y fácil, como la comida a domicilio. En la pornografía hay chicas cada vez más jóvenes —con proxenetas también cada vez más jóvenes—, con historias de violencia y violaciones detrás; situaciones muy parecidas a las de las mujeres prostituidas. Es otra cara de este problema.