Francisco, Sánchez y el peligro de las ideologías
La primera reunión en el Vaticano con un mandatario español en siete años acabó con un insólito discurso del Papa en el que alertó de que la política es servicio y va más allá de las maniobras
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se fue de Roma sin pasar por el escrutinio de los periodistas. Uno de ellos, apostado en el patio de San Dámaso frente a una de las puertas del Palacio Apostólico, donde se había reunido con el Santo Padre, le preguntó a voz en grito si le había invitado a visitar España. Sánchez solo sonrió. Días antes preparó el terreno, leyendo pasajes de la última encíclica del Papa, Fratelli tutti, en el Congreso y avalando su «inspiradora figura».
Pero lo que queda ahora de esa reunión es el discurso que el Papa pronunció sobre la política, una de las «formas más altas de caridad», que debe estar por encima de las maniobras. El comunicado de prensa que Moncloa sacó poco tiempo después de la primera cita entre ambos pasaba por alto este gesto absolutamente insólito en sus casi ocho años de pontificado. Junto a su mujer Begoña Pérez, la embajadora de España ante la Santa Sede, Carmen de la Peña, y otros cinco funcionarios de Presidencia, Sánchez escuchó con atención la alocución improvisada de casi diez minutos.
El Pontífice advirtió sobre cómo las ideologías «sectarizan» y «se apoderan de la interpretación de una nación» para acabar «desfigurando la patria». Para ilustrar esta idea citó el libro Síndrome 1933 del escritor Siegmund Ginzberg, «intelectual italiano del Partido Comunista». El texto analiza la caída de la República de Weimar en Alemania y el ascenso de Hitler al poder que dio paso al «drama de Europa con esa patria inventada por una ideología». Así, el Papa invitó a aprender de la historia para no repetir «un camino parecido». Francisco, que no da puntada sin hilo, reconoció lo complicado que supone a veces «consolidar» la nación y «hacer patria» ante las «dificultades» que plantean «los localismos», del mismo que se mostró contrario a la «fantasía tradicionalista» de «volver a las raíces» olvidándose del futuro. El Pontífice se sirvió de nuevo de una cita poética, la canción del compositor argentino Jorge Dragones Se nos murió la patria, que apodó como el «requiém más doloroso que yo leí», al insistir en que la política «no es cuestión de maniobras» o «de resolver casos, que todos los días llegan al escritorio de los políticos, sino de servicio». Sánchez, que culminaba así una semana de alto voltaje tras la moción de censura fallida presentada por Vox, escuchó los consejos del Papa para construir patria «con todos» sin dejar a nadie al margen.
El contenido de la alocución no es nada nuevo. En el artículo 205 de la exhortación apostólica Evangelium gaudium, uno de sus primeros documentos solemnes (2013), el Papa ya equipara la acción de gobierno con el servicio e invita a los políticos de todo el mundo a encontrar en la vida pública la entrega a los demás. Pero el contexto de absoluta novedad en el que pronunció discurso lo revistió de excepcionalidad.
Juan Rodríguez de Fonseca fue obispo y embajador de los Reyes Católicos. En los Países Bajos compró el Libro de horas que ha acabado llevando su nombre, y cuyo facsímil recibió Francisco del presidente de España. El Santo Padre correspondió con una copia de sus encíclicas y un relieve en bronce titulado Llenemos nuestras manos de otras manos. Esta obre de Daniela Fusco y Michele Palazzetti es una llamada a la fraternidad y la acogida, simbolizadas en dos manos unidas, una madre y su bebé y una barca de migrantes.