Francisco: «Que Dios libere a Ucrania del flagelo de la guerra»
Ha insistido en la necesidad de negociar y ha lamentado el comercio de armas como «un escándalo al que no debemos ni podemos resignarnos»
Poco más de 24 horas después de su regreso de Canadá, el Papa no ha querido faltar a su cita con los fieles y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro para el rezo del ángelus. Francisco ha dado las gracias a cuantos han hecho posible esta «peregrinación penitencial» a tierras canadienses y ha confesado que, pese a estar cumpliendo con una difícil visita, no ha dejado de pensar en Ucrania. El Santo Padre ha asegurado que todos los días reza por este pueblo «agredido y martirizado, pidiendo a Dios que lo libere del flagelo de la guerra». «Si se mirase la realidad objetivamente considerando los daños que cada día de guerra provoca en ese pueblo y en el mundo entero, lo único razonable que habría que hacer es detenerse y negociar. Que la sabiduría inspire pasos concretos de paz», ha concluido el Santo Padre. Este domingo se cumplen 158 días de invasión rusa mientras que en los planes de Francisco sigue muy presente una visita a Kiev, como reiteró este sábado durante la rueda de prensa que ofreció a los periodistas que lo acompañaban en el vuelo papal.
La codicia, una enfermedad que destruye
En su catequesis, el Santo Padre ha planteado una clara reflexión sobre la codicia y el afán por las posesiones materiales. En primer lugar, ha explicado que la codicia es «la ambición desenfrenada por las posesiones» que ha tildado de «enfermedad que destruye a las personas» porque genera adicción. Esta adicción es un mal que atrapa, paradójicamente, a los que más tienen porque solo quieren tener más. Francisco ha asegurado que los codiciosos no son libres, sino esclavos de lo que poseen, ya que «en lugar de servirse del dinero, se convierten en servidores del dinero».
La codicia, la avaricia, se ha extendido también a la sociedad provocando injusticias, ha dicho el Papa, «como nunca antes en la Historia» porque unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco o nada. Para Francisco, la codicia se revela como el motivo de guerras y conflictos por «los recursos y la riqueza». Por ello, una vez más el Papa ha clamado contra la industria de las armas como parte de este mecanismo codicioso en el que hay muchos intereses involucrados. «Este comercio es un escándalo al que no debemos ni podemos resignarnos», ha exclamado.
Tras explicar estas dos modalidades de codicia, la social y la personal, el Santo Padre ha planteado una serie de preguntas relacionadas: «¿Cómo es mi desprendimiento de las posesiones? ¿Me quejo de lo que me falta o me conformo con lo que tengo? ¿Estoy tentado, en nombre del dinero y las oportunidades, a sacrificar las relaciones y el tiempo con los demás? ¿Estoy tentado a sacrificar la legalidad y la honestidad en el altar de la codicia?».
De ahí que Francisco recordara que Jesús señala que no se puede servir a dos amos, a Dios y al dinero. Porque «servir a la riqueza», en lugar de servirse de las riquezas, «es ofender a Dios» ya que, de este modo, «las riquezas se convierten en culto, es una verdadera idolatría». «¿No se puede desear ser rico entonces?», ha planteado Francisco. La respuesta es “sí”, pero no a la manera del mundo: «Por supuesto que se puede, es más, es justo desearlo, es bueno hacerse rico, ¡pero rico según Dios! Dios es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia. Su riqueza no empobrece a nadie, no crea peleas ni divisiones. Es una riqueza que ama dar, distribuir, compartir».
Por último, y retomando el pasaje del Evangelio de este domingo, el Pontífice ha preguntado si la herencia que queremos dejar cada uno en este mundo son cosas materiales como «dinero en el banco» o una herencia de «gente feliz y buenas obras que no se olvidan». Porque «la vida no depende de lo que se posee», sino «de las buenas relaciones con Dios, con los demás y con los que menos tienen».
El Papa jesuita también se ha acordado este domingo de sus co-hermanos en la fiesta de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Francisco les ha animado a caminar «con celo» y «alegría» en el servicio al Señor.