Francisco pide a los seminaristas valencianos «hacerse barro en el llanto del pueblo»
Cuando se cumplen tres meses de la DANA, el Papa ha subrayado que «no podemos tomar a la ligera el sufrimiento de la gente» y ha recordado a los futuros sacerdotes que «Dios se ha hecho barro en ustedes»
El Papa ha recibido este jueves a los seminaristas, formadores y obispos de la provincia eclesiástica de Valencia. En este encuentro Francisco ha recordado «las Navidades seguramente atípicas con esa vivencia de que Dios se ha hecho barro en ustedes».
Durante su breve mensaje, Francisco ha hablado de «dolor» y «luto», pero también de «esperanza». En definitiva, una situación de «dureza», que ha obligado «a tocar fondo y a dejar atrás todo lo que parecía sostenernos»; pero que «nos permite ir más allá».
No obstante, se trata de «algo» que «no pueden hacer solos», ha reconocido. «Es una oscuridad inmensa la que ustedes han vivido y están viviendo». Pero «con la ternura de Dios» y «la ayuda desinteresada de tantas personas —los ojos llenos de entrega de la gente—, han sido capaces de iluminarnos».
En este sentido, el Pontífice ha querido dejar claro que la «esperanza» es distinta del «optimismo». Esta último es «una expresión light» en comparación. Y lo que ha ocurrido con la DANA, «el sufrimiento de las personas», pues «no lo podemos tomar a la ligera e intentar consolarlas con frases de circunstancias y buenismo».
Así, el Santo Padre ha subrayado que «nuestra esperanza tiene un nombre, Jesús, ese Dios que no ha sentido asco de nuestro barro y que, en vez de salvarnos del barro, se ha hecho barro por nosotros». De esta forma, ha pedido emular esta actitud desde la entrega gratuita. «Ser sacerdote —ha proclamado— es ser otro Cristo, es hacerse barro en el llanto del pueblo, y cuando vean a la gente rota, porque en Valencia hay gente rota, que ha perdido la vida a pedazos, repártanles ustedes trozos, pedazos, de ustedes mismos, como Cristo lo hace en la Eucaristía».
Por último, el Papa ha explicado que la DANA no solo es «un fenómeno atípico que simplemente esperamos que no vuelva a suceder». Se trata, más bien, de «la extrapolación de lo que vive cada ser humano que se enfrenta a una pérdida y se siente solo, desubicado, necesitado de apoyo para poder continuar». Así, ha llamado a los seminaristas a «vendar los corazones quebrantados, para proclamar el año de gracia del Señor».