Francisco expresa su preocupación por la escalada de violencia en Tierra Santa durante la bendición urbi et orbi
Ha impartido la bendición de Pascua junto al cardenal albanés Ernest Simoni, víctima de la cruel persecución comunista de la Albania de Enver Hoxha
El Papa ha presidido la Misa del Domingo de Pascua que ha celebrado, como estaba ya previsto, el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re. Es una ceremonia en la que no se suele pronunciar homilía, ya que, pocos minutos después, Francisco imparte la bendición pascual urbi et orbi a la ciudad de Roma y al mundo entero.
Un clima algo más amable que el de días precedentes ha acompañado la Misa de forma que, después del rezo del Regina caeli, el Papa ha recorrido la plaza de San Pedro en papamóvil para saludar a los numerosos fieles congregados. Incluso ha entrado en la via della Conciliazione para continuar saludando y bendiciendo a muchos más.
A las 12:00 horas se ha asomado al balcón de la logia central de la basílica para impartir la bendición. Este domingo de Resurrección ha invitado a su lado al cardenal albanés Ernest Simoni, un mártir vivo de la cruel persecución comunista de la Albania de Enver Hoxha. El dictador encarceló durante casi 28 años a Simoni por el mero hecho de ser sacerdote. Primero fue condenado a muerte y después la pena le fue conmutada a trabajos forzados. El sacerdote fue capaz de celebrar Misa en prisión todos los días utilizando los subterfugios más inesperados y absurdos. Como decía la Misa en latín, sus carceleros pensaban que se había vuelto loco y solo farfullaba palabras incomprensibles. En 2014, cuando Francisco visitó Albania, el testimonio de este ya anciano sacerdote le conmovió hasta las lágrimas. En 2016 lo creó cardenal.
«Un paso de la tribulación a la consolación»
En su bendición, el Papa ha deseado que esta sea verdaderamente una Pascua para todos —especialmente para los enfermos o para quienes atraviesan una prueba—, un paso del Señor por la vida que pueda significar «un paso de la tribulación a la consolación». Porque «no estamos solos, Jesús, el Viviente, está con nosotros para siempre».
El Pontífice ha destacado que con la Pascua llega la alegría, «porque hoy nuestra esperanza ya no se estrella contra el muro de la muerte», porque con la Pascua «el destino del mundo cambió». La esperanza de Pascua no es una ilusión. Por eso, quien la conoce la transmite. Francisco ha explicado que es lo que sucedió con los testigos de la Resurrección, que se apresuraron a dar la noticia del encuentro con el Resucitado «movidos por la alegría incontenible de la Pascua que ardía en sus corazones». El Papa ha deseado que esa alegría del encuentro, esas ganas de avanzar en busca del sentido movidos por la esperanza, pueda guiar también la amistad entre las personas, los pueblos y las naciones.
«Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo», ha insistido Francisco quien, a continuación, ha repasado aquellas situaciones del mundo que más sufrimiento causan, «piedras a lo largo del camino que hacen arduo y agotador nuestro apresurarnos hacia el Resucitado».
Ucrania, Nicaragua, Tierra Santa, Burkina Faso…
En primer lugar, ha deseado «ayuda para el amado pueblo ucraniano en el camino hacia la paz y la luz pascual sobre el pueblo ruso. Conforta a los heridos y a cuantos han perdido a sus seres queridos a causa de la guerra, y haz que los prisioneros puedan volver sanos y salvos con sus familias».
Francisco ha implorado al Señor que abra los corazones de la comunidad internacional para que se esfuerce por poner fin a este conflicto y a otros como el de Siria. O como el de los Santos Lugares: «Expreso mi profunda preocupación por los ataques de estos últimos días que amenazan el deseado clima de confianza y respeto recíproco, necesario para retomar el diálogo entre israelíes y palestinos, de modo que la paz reine en la Ciudad Santa y en toda la región». Sin salir de esa región, no ha querido olvidarse del Líbano y el desastre permanente que padece su pueblo y que parece no tener solución.
Tampoco se ha dejado en el tintero la situación de colapso en Haití, casi en completa anarquía, o en Túnez. En el continente africano ha hecho especial mención hacia Etiopía, Sudán del Sur y ha pedido que cese la violencia en República Democrática del Congo. Y también que llegue el consuelo a las víctimas del terrorismo en Burkina Faso, Malí, Mozambique y Nigeria.
«Sostiene, Señor, a las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares, como en Nicaragua y en Eritrea, y acuérdate de todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente su fe», ha subrayado Francisco, para quien sigue muy presente el sufrimiento del pueblo rohinyá, como ha dicho en esta bendición.
«Conforta a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud. Inspira, Señor, a los responsables de las naciones, para que ningún hombre o mujer sea discriminado y pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales, se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica», ha pedido el Papa.
Por último, el Santo Padre ha hecho una invitación: «Hermanos, hermanas, encontremos también nosotros el gusto del camino, aceleremos el latido de la esperanza, saboreemos la belleza del cielo. Obtengamos hoy la fuerza para perseverar en el bien, hacia el encuentro del Bien que no defrauda».