Francisco anuncia en ucraniano que «Cristo ha resucitado»
No ha presidido la Vigilia Pascual debido a sus problemas de rodilla, pero sí ha pronunciado la homilía. Se ha dirigido a un grupo de políticos ucranianos que han acudido a la ceremonia, entre ellos, un alcalde que fue hecho prisionero por las tropas rusas
Como si fuera 2019, la basílica de San Pedro se ha vuelto a llenar de fieles para esta ceremonia que durante dos años ha se ha realizado condicionada por las medidas anticovid. Sin embargo, no la ha presidido el Papa Francisco, sino el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. La Vigilia Pascual es una celebración larga y los problemas en la rodilla del Santo Padre le dificultan presidirla. Por ello, ha permanecido sentado gran parte de la misa, incluso cuando ha pronunciado la homilía desde el altar.
Al final de dicha homilía, Francisco se ha salido del texto escrito y ha querido dirigir un mensaje directo a una delegación de parlamentarios ucranianos que han asistido a la ceremonia en primera fila. Por la mañana, acompañados por el embajador ucraniano ante la Santa Sede, Andrii Yurash, los tres políticos, –Maria Mezentseva, Olena Khomenko y Rustem Umerov–, junto con el alcalde de la ciudad ahora ocupada de Melitopol, Ivan Fedorov, se han reunido con el Secretario de Estado, Pietro Parolin, con el que han hablado sobre el desarrollo de la invasión. También le habrían mostrado su agradecimiento por los cambios introducidos en el vía crucis del Viernes Santo. En la estación que compartían una joven rusa y una ucraniana, se suprimió la lectura del texto preparado y solo se guardó silencio para rezar por la paz.
Christòs voskrés!
El alcalde de Melitopol fue secuestrado el 11 de marzo por las tropas rusas. Fue liberado seis días después en un intercambio de prisioneros entre Kiev y Moscú. Ucrania entregó a nueve militares a cambio del alcalde, Ivan Fedorov. Melitopol, entre Odesa y la martirizada Mariúpol, fue ocupada en los primeros compases de la invasión.
«En esta oscuridad que ustedes viven, –señor alcalde, señor parlamentario, señoras parlamentarias, la noche oscura de la guerra, de la crueldad–, nosotros rezamos, rezamos por vosotros y con vosotros en esta noche, rezamos por los muchos sufrimientos. Nosotros solo podemos ofreceros nuestra compañía y nuestra oración, daros ánimo y acompañaros y deciros también lo más grande que se celebra hoy: Christòs voskrés! (Cristo ha resucitado)», les ha dicho el Papa.
El dolor y la muerte no tendrán la última palabra sobre nosotros
La homilía ha estado centrada en el acontecimiento de la Resurrección que cambia «nuestros esquemas», que llega «con el don de una esperanza sorprendente» y que, sin embargo, «no es fácil acoger». «También en nosotros, como en las mujeres del Evangelio, prevalecen preguntas e incertidumbres, y la primera reacción ante el signo imprevisto es el miedo, el “no levantar la vista del suelo”», ha asegurado el Papa, que ha lamentado que miremos la vida con esa actitud. De esta forma, «sentimos desilusión por el futuro y nos encerramos en nuestras necesidades, nos acomodamos en la cárcel de la apatía, mientras seguimos lamentándonos y pensando que las cosas no cambiarán nunca. Y así permanecemos inmóviles ante la tumba de la resignación y del fatalismo, y sepultamos la alegría de vivir».
Pero la Resurrección es capaz de cambiar esa mirada hacia la vida, ha insistido el Pontífice, porque «el dolor y la muerte no tendrán la última palabra sobre nosotros».
El Santo Padre ha explicado que hay que buscar a Dios como lo hicieron las mujeres cuando fueron al sepulcro. Y buscarlo, no solo «en la emoción pasajera o en el momento de la necesidad, para después hacerlo a un lado y olvidarnos de Él en las situaciones y en las decisiones concretas de cada día», sino, sobre todo, en «los rincones más oscuros de la vida, donde hay alguien que llora, lucha, sufre y espera». Por ello, el Papa ha subrayado que «no podemos celebrar la Pascua si seguimos quedándonos en la muerte y si permanecemos prisioneros del pasado» porque «un cristianismo que busca al Señor entre los vestigios del pasado y lo encierra en el sepulcro de la costumbre es un cristianismo sin Pascua».