Florentino Portero: «Europa va a seguir perdiendo protagonismo» - Alfa y Omega

Florentino Portero: «Europa va a seguir perdiendo protagonismo»

«Sin una mínima cohesión» en torno a los valores tradicionales la UE no puede avanzar como actor global, afirma el experto en relaciones internacionales

María Martínez López
Portero fundó el Grupo de Estudios Estratégicos y ha enseñado en la UFV. Foto: UFV.

En la UE «apenas somos capaces de tener una posición común sobre Ucrania, no la tenemos sobre Gaza» y «es impensable que podamos tenerla sobre el Sahel. Tenemos problemas más serios en casa», sentencia el historiador y experto en relaciones internacionales Florentino Portero. Interviene este jueves a las 19:00 horas en la conferencia ¿Qué está pasando? Europa ante el desorden mundial, organizada por el Real Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad CEU San Pablo (Julián Romea, 23, Madrid).

El debate sobre el papel de Europa en el mundo actual es recurrente. ¿Se ha vuelto más acuciante ahora?
Todo lo que está ocurriendo evidencia una necesidad de la que éramos conocedores hace 20 o 25 años pero que no hemos sido capaces de resolver. El hecho de que el proceso de integración europea haya ido consolidándose y haya entrado en una fase de soberanía (ya tenemos una política monetaria común y vamos hacia la política fiscal común) hace que necesitemos tener una acción exterior común. Durante décadas nos hemos apoyado en la OTAN. Pero hoy Estados Unidos no tiene ya el mismo interés por esta región; considera que Rusia no es la misma amenaza que fue la URSS y da más importancia a otras regiones, fundamentalmente al espacio indopacífico. Además tampoco tiene la coherencia de antes: las diferencias entre republicanos y demócratas son muy grandes. Si Donald Trump vuelve a ser presidente va a mantener una relación con Rusia muy distinta a la de Biden y Europa puede quedarse sola ante la cuestión de Ucrania. Esto pone en evidencia que necesitamos una visión común. Pero con la crisis de Gaza vemos que las posiciones de cada Estado son distintas. Eso nos hace muchísimo daño.

Estas semanas, varios líderes europeos han viajado a Israel pero al final se está reconociendo que el peso a la hora de ir retrasando la invasión terrestre de Gaza lo está teniendo Estados Unidos. Y la negociación para la liberación de los rehenes la lidera Catar.
Las instituciones y gobiernos europeos tenían que hacerse presentes porque somos vecinos y lo que pase nos va a afectar; y porque hay una importante población judía y musulmana en Europa que va a reaccionar. El problema es que ha sido una polifonía cacofónica: demasiadas voces diciendo cosas distintas. Esto inmediatamente tiene el efecto de que haces el ridículo y dejas de ser un actor. Estados Unidos ha hecho acto de presencia, ha enviado dos grupos de combate, ha señalado claramente a Irán como responsable principal, ha hecho advertencias de lo que puede ocurrir si hay un levantamiento en Cisjordania o si se ataca a Israel. Y está atacando a unidades instrumentales de Irán en Siria. Ha demostrado que ha hecho una lectura correcta de la complejidad de la situación y que ha sabido reaccionar.

Europa ha hecho lo contrario: polifonía y análisis muy pobres, centrándose en la cuestión humanitaria en Gaza, cuando el tema es mucho más complicado. Ha reaccionado de manera egoísta, pensando en cómo nos repercute a nosotros el problema. Como en Europa hay una población musulmana importante y tememos los efectos en nuestra población de las bajas civiles en Gaza le decimos a Israel que Hamás es un grupo terrorista, que lo que ha hecho es condenable, que ellos tienen derecho a reaccionar… pero que no debe hacerlo porque sus miembros se esconden entre la población. Esto es una contradicción. Si Israel hace caso a Europa, Hamás ha ganado. Su postura convierte a Israel, que es la víctima, en culpable. Esto descredita a la UE.

¿Europa tiene realmente interés por tener un protagonismo mundial?
Más que interés tiene necesidad. El mundo está globalizado. Lo que ocurra en cualquier parte del plantea afecta al conjunto de los países. Europa es un espacio económicamente muy importante y por tanto depende mucho del suministro de materias primas y del mercado donde colocamos nuestros productos. Todo lo que pasa la afecta. Y de ahí la importancia de que tenga una única voz para defender nuestros intereses de la mejor manera posible.

¿Ve factible que una unión de 27 países llegue a tener una única voz?
El problema principal es que no se trata ya de que unos países mantengan una posición y otros otra, sino de que las mismas sociedades se han fragmentado como consecuencia de la crisis de la modernidad y del auge de las nuevas corrientes relativistas. Los países están compuestos por individuos que cada año están más lejos unos de otros, por lo que es absolutamente imposible la configuración de una posición nacional. Y si los Estados no son capaces de definirla, ¿cómo lo va a hacer la UE? Al menos durante un tiempo Europa va a seguir perdiendo protagonismo. La UE como institución va a tener una dificultad creciente para mantener los intereses de todos.

¿Esta fragmentación social está relacionada con la creciente heterogeneidad étnica y religiosa debida a la inmigración?
Incluso suponiendo que no existieran personas que no han nacido en Europa o no se sienten partícipes de la cultura tradicional europea los problemas fundamentales de Europa serían los mismos. La crisis de la modernidad y el auge del relativismo no tiene nada que ver con la inmigración del mundo musulmán. Lo que sí es verdad es que la llegada de gente de fuera, y sobre todo que una parte de esa gente no consiga o no quiera integrarse, al final lleva a una radicalización de las posturas políticas. Pero ese es otro problema, nuestro problema de verdad es entre los europeos de toda la vida. Es la crisis de la cultura europea, el rechazo a nuestra historia y valores, a la razón y a la fe.

No es un panorama muy alentador.
Sería un acto de estupidez mayúscula ser optimista sobre la dimensión internacional de la UE o sobre la política exterior norteamericana. Occidente está viviendo una crisis cultural profunda y la política es solo una expresión de la cultura. Si los norteamericanos o los europeos no sabemos qué queremos ser, difícilmente tendremos una política exterior coherente, firma y efectiva. Reflejará nuestras divisiones, incertidumbres e inseguridades y van a ser políticas de muy corto recorrido.

¿Qué consecuencias puede tener esto globalmente?
Desde 1945 Estados Unidos viene siendo la potencia de referencia. Antes era Europa. Occidente lleva siglos estableciendo las líneas maestras de la política internacional. En estos momentos estamos viendo que por primera vez está dejando de ejercer el liderazgo en la política internacional contemporánea y otras regiones y Estados empiezan de manera creciente a afirmar sus posiciones y a actuar con una seguridad y aplomo que nunca antes habíamos visto. Lo fundamental es entender el fin de la hegemonía de Occidente y el surgimiento de una nueva sociedad internacional más variopinta. Y, desde luego, durante algún tiempo mucho más caótica.

¿Se refiere a China?
Es más complicado. Desde 1945 Occidente ha tratado de imponer unas reglas del juego en política internacional, el orden liberal. Ese orden ha tenido claros enemigos: China, Rusia, Irán, los países bolivarianos. Pero hay otros muchos Estados que no son de Occidente y que no son contrarios a este orden pero tienen su propia visión de las cosas. Un ejemplo sería la India, que es una potencia enorme en todos los sentidos, o el sudeste asiático. Son millones de personas que viven en países que están teniendo un crecimiento económico importante. Por ejemplo Indonesia creciendo al 5 % anual y tiene 280 millones de habitantes, la mitad de la UE. Estos Estados no son ni mucho menos antioccidentales ni contrarios al orden liberal. Pero no confían en Occidente porque ven en él un espacio de decadencia, de desorden, de incoherencia política. Al mismo tiempo temen a China e Irán. Su posición apunta a un entendimiento con Occidente, pero que ya no pasa por aceptar su liderazgo.

¿Existe la posibilidad de que Europa se reinvente para seguir proponiendo los valores europeos?
El proceso de integración europea funciona por sustos. Cuando las cosas van bien no avanza. Cuando van mal y los europeos se dan cuenta de que los Estados por separado no son capaces de reaccionar apuestan claramente por el proceso de convergencia. No sería extraño que, ante la gravedad de lo que estamos viviendo y de lo que podemos vivir en los próximos años —nos enfrentamos a crisis muy serias—, la UE diera un salto y asumiera una política exterior común más real.

La segunda parte de la pregunta es interesante: ¿es esto posible ignorando los valores tradicionales de la UE, desde el relativismo? Yo creo que no. Una clave para una hipotética reacción europea es que Europa vuelva a sus fundamentos, a los valores y principios tradicionales. Sin una mínima cohesión en este terreno difícilmente puede avanzar como actor internacional. Y es imposible que esto pase si previamente no se ha producido una reacción en la sociedad. No podemos pensar que las sociedades continúen rotas y las políticas estén cohesionadas y sean firmes.

¿Es la guerra de Ucrania uno de esos sustos que puede llevar a una mayor integración?
Desde luego. Europa no dijo nada cuando Rusia se quedó con parte de Moldavia, no dijo nada serio cuando se quedó con dos partes de Georgia, dijo poco cuando se quedó con Crimea y con el Dombás. Finalmente la UE ha reaccionado y ha empezado a hacer críticas más serias. Eso sí, sumándose a una operación diseñada por Estados Unidos. La prueba de esta reacción de la UE está en que sus dirigentes han hablado de la urgente necesidad de ampliarla incorporando a Ucrania. Ahora es imposible, pero el solo hecho de decirlo es el acta notarial de que Europa reconoce que no es posible entenderse con Rusia, de que hay que dar garantías de que se va a defender la frontera oriental y de que la cuestión de Ucrania es capital para que esa nueva política sea creíble.

Algunos estarían dispuestos a un reparto de Ucrania, pero otros no. ¿Qué va a ocurrir a corto plazo? Al estancarse la situación Rusia vuelve a ganar porque ha incorporado dos provincias más, ya tiene cuatro. Eso manifiesta debilidad por nuestra parte porque no somos capaces de ayudar suficientemente a los ucranianos para romper las líneas defensivas rusas. Y si hay un cambio en la presidencia de Estados Unidos es probable que no continúe apoyando a Ucrania. Eso dejará sobre los europeos el peso de la operación y nos pondrá a prueba.

Con motivo de la invasión rusa sí se ha hablado más que en otras ocasiones, incluso, de defensa común.
Hoy manejamos el concepto de acción exterior, que engloba política exterior, defensa, comercio y defensa de la cultura fuera de las fronteras. En Europa hemos avanzado mucho en diplomacia y comercio, nos queda avanzar en defensa y en cultura exterior. Avanzar en defensa es muy difícil porque no todos los Estados tienen la misma idea de cuáles son las amenazas (para un portugués Rusia no lo es, para polaco no lo es Marruecos). Y aun siendo fácil técnicamente integrar los Ejércitos, es muy difícil que haya mando conjunto que dirija las operaciones.

Donde Europa ha sido importante, pero no por su papel sino por su total inacción, ha sido en el enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán por Nagorno Karabaj.
No ha sido solamente porque tengamos intereses con Azerbaiyán, que canaliza sus hidrocarburos a través de Turquía y entran en Europa; sino por su absoluta impotencia. Europa prefiere no hablar para no dejar en evidencia que no pinta nada. Azerbaiyán es musulmán y Armenia es cristiana. Pero puesto que no somos capaces de hacer nada y de que el conflicto de Nagorno Karabaj nunca nos ha parecido relevante para nuestros intereses, de manera cínica se hace un sonoro silencio.

En África y en particular en el Sahel se rechaza el papel de Europa, mientras la frustración lleva a un acercamiento a Rusia. ¿Dónde nos deja esta ruptura con los vecinos del sur?
Esa es una zona neocolonial francesa y la UE consideraba que Francia tenía que liderar nuestra posición. Los problemas que estamos viendo derivan de la construcción de Estados sin base histórica ni geográfica, que recogen a tribus muy distintas que desconfían unas de otras. Además el Sahel es un espacio enorme en territorio, escaso en población y de muy difícil control. Por allí tanto los yihadistas como el crimen organizado se mueven con libertad absoluta. Como son muy inestables no hay inversión extranjera y la economía no puede funcionar. Allí además la media de hijos por mujer son siete y no se mueren porque hay penicilina, por lo que nos encontramos ante un desastre demográfico. Es un polo de inestabilidad que Francia no ha sabido gestionar. Tampoco la UE porque son Estados muy corruptos y la UE exige una cierta limpieza y que haya Estado de derecho. Al final ha chocado con las cúpulas militares, que son el núcleo de la corrupción, y estas finalmente han optado por entenderse con Rusia y China, que no les exigen limpieza y les aportan lo más importante para ellas: armas y dinero.

Europa ahora tiene competidores que ofrecen a otros países lo mismo sin exigencias éticas. ¿Es el fin de la autoridad moral de Occidente, de un planteamiento en el que puede lograr mejoras en el mundo?
Evidentemente nuestra política exterior tiene un fondo moral que no tienen otras. Pero además tenemos que pensar que cuando Rusia y China entran en África lo están haciendo de manera consciente, sabiendo que su labor va a generar una presión demográfica muy fuerte del sur al norte y que todos esos jóvenes van a emigrar a Europa y nos van a crear un problema enorme. Eso es lo que quieren, porque una Europa débil es un Occidente débil. Además en el corto plazo obtienen otras ventajas: Rusia económicas, porque le van a pagar servicios, y China va a acceder a materias primas que necesita para su desarrollo. Pero en cualquier caso no solamente están ocupando espacios de influencia sino que están creando a nosotros un problema mayor, que iremos viendo paulatinamente en los próximos años.

¿Qué debe hacer Europa? ¿Renunciar a intentar promover sus valores y moverse también solo por razones pragmáticas?
En cierta medida sí habría que ir a una posición más cínica que la que hemos mantenido hasta la fecha. Pero sobre todo es resolver problemas internos muy complicados. Uno es decir a Francia que ya no es actor en la región, cosa que nova a aceptar. Y otra es que Europa, que ahora está asustada por lo que ocurre en Ucrania y Oriente Medio, además asumiera una posición común sobre el Sahel. Pero si apenas somos capaces de tener una posición común sobre Ucrania y no la tenemos sobre Gaza, pensar que podemos tenerla sobre el Sahel y además derivar de ella una política activa es impensable. Si ni siquiera España es capaz de tener una política seria sobre el Magreb, ¿cómo vamos a esperar que Bruselas la tenga sobre el Sahel?

¿Qué salidas propondría al atolladero que suponen todos estos obstáculos? También desde la perspectiva de qué propuestas puede plantear la Iglesia.
La política, como un edificio, se tiene que empezar en los cimientos y llegar hasta el último piso. Y hay que reconocer que la Iglesia no es relevante en Europa, que es poscristiana. Si Europa no es capaz de generar una cultura alternativa (porque el relativismo no es una cultura), sencillamente entra en una fase de decadencia: de quejarse de cómo está el mundo pero no ser capaz de responder. Si Europa a medio plazo es capaz de reaccionar y repensar su historia y su pasado y volver a lo fundamental, a la doctrina social de la Iglesia, tendríamos un punto de partida. Desde este punto de partida luego hay que tratar de que las distintas visiones nacionales lleguen a un punto de armonía, algo que es muy complicado. Pero hay que hacerlo desde convencimiento de que es una auténtica necesidad. Poco a poco y a base de sustos es posible ir construyendo esto. Si no resolvemos este problema de las primeras plantas del edificio difícilmente llegaremos a las plantas superiores. Hablar de qué política tenemos que seguir hoy en el Sahel es ciencia ficción. Tenemos problemas mucho más serios dentro de casa como para ser capaces de fijar una posición sobre Níger.