Flaminia Giovanelli: «En el Vaticano hay menos machismo que en otros ambientes»
Fue la primera mujer laica en ocupar un puesto de alto rango en la Curia del Vaticano. «Hay que impulsar un feminismo de colaboración, no de confrontación», señala
¿Cómo recibió este nombramiento?
Con serenidad. Estaba muy contenta, pero fueron las circunstancias las que facilitaron el nombramiento. Se juntó la jubilación de uno de los responsables, y el nombramiento del otro como obispo de Trieste. Yo era la persona con más experiencia y la que llevaba más años haciendo el trabajo de coordinación. Pero ni era una consagrada, ni pertenecía a ningún gran movimiento eclesial. En cierta manera, era una outsider.
¿Lo vivió como un triunfo feminista?
No, para nada. Por suerte no he tenido que ir dando codazos para abrirme camino como mujer. Viví en un ambiente familiar progresista. Mis padres tenían claro que la educación era fundamental. Con 18 años recién cumplidos, me mandaron a Colombia cuatro meses. Era el año 1966. También viajé para estudiar francés. Me considero afortunada, porque no era lo habitual entonces.
¿Cómo vivieron los compañeros el nombramiento?
Bueno, me respetaban mucho. Tenía más de 60 años cuando me nombraron subsecretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede. Además, siempre viví el trabajo como un servicio. Con mucha humildad.
El Papa está dando cada vez más protagonismo a las mujeres. ¿Estaría de acuerdo con introducir un modelo de cuotas femeninas?
Espero que no lo hagan nunca. Estas perspectivas son muy perjudiciales. Son las mujeres competentes y trabajadoras las que deben salir adelante. Pero no por el simple hecho de ser mujeres. Este razonamiento es peligroso. La exasperación del género acaba dañando a la institución y a las mujeres. La gente acaba diciendo: «La han nombrado solo porque es mujer».
¿Hay machismo en el Vaticano?
Créame que hay menos machismo que en otros ambientes donde las mujeres son tratadas como objetos. Los sacerdotes tienen muy integrada la perspectiva de la complementariedad entre hombre y mujer. Hay que impulsar un feminismo de colaboración, no de confrontación; uno que no busque luchar contra el hombre, sino construir con él.
Claro que es justo también reconocer las aportaciones que son propias de las mujeres en la Iglesia y en cualquier ámbito. En cualquier caso, creo que hay más machismo fuera de la Iglesia. Incluso las mujeres se ven obligadas a recurrir a otras armas porque su capacidad y su inteligencia son despreciadas. En cambio, aquí se valora mucho el intelecto, la capacidad de gestión o de conciliación que tienen las mujeres.
¿Ha tenido que trabajar más por ser mujer?
Creo que no es sano para nadie dedicar todas las horas del día al trabajo. No eres mejor por eso. Así se pierde el equilibrio. Los sacerdotes, las monjas, los laicos… todos tienen que saber sacar espacio para cuidarse, para dedicarse a las aficiones y para cuidar de la familia. Además, es más rentable para las empresas, porque está demostrado que los empleados contentos hacen mejor su trabajo.
Ha trabajado durante más de 40 años por la paz y la justicia. ¿Cuál es el papel de las mujeres en este ámbito?
La paz es la connatural a la mujer. Y sin justicia, ya se sabe que la paz no aguanta. Hay estudios que demuestran que la presencia femenina en los procesos de diálogo y negociaciones dan mejores y más duraderos resultados. Sigo la actividad de asociaciones como la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas, UMOFC-WUCWO, que ha trabajado mucho este aspecto de mujeres sembradoras de paz. La clave está en la formación. Hay que luchar por que todas las mujeres del mundo puedan finalizar la escuela secundaria. Este es el verdadero compromiso por la justicia.
¿Por eso son las primeras en convertirse en objetivos de guerra en los conflictos?
Las mujeres y los niños que sufren mayor discriminación en tiempos de paz van a tener un mayor riesgo en tiempos de guerra. De hecho, la violencia sexual es una táctica de guerra porque si destruyes a la mujer, destruyes la sociedad.
El camino sinodal de la Iglesia en Alemania se ha pronunciado a favor de la admisión de las mujeres al ministerio ordenado por una amplia mayoría. ¿Qué opina?
Hay muchos espacios donde las mujeres católicas pueden dar su contribución fuera de los ministerios ordenados. Son los sacerdotes los que dan la absolución de los pecados en el sacramento de la Confesión, pero son sobre todo mujeres, tanto consagradas como laicas, las que hacen el trabajo de apoyo psicológico y espiritual. Son un bálsamo para personas que siguen sintiéndose culpables por algo, o que han tenido que superar una prueba dura en la vida. Se necesita creatividad y abrir más espacios a las mujeres en el acompañamiento.
En 2010, Benedicto XVI la puso al frente de la Subsecretaría del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano de la Santa Sede, convirtiéndola en la primera laica en tener un puesto de mando en el Vaticano. Estudió Ciencias Políticas y se diplomó en Ciencias Religiosas. Ha sido interlocutora con organismos internacionales en el ámbito de la pobreza y la cohesión social.