Ya estamos terminado el curso escolar. Vienen las vacaciones de diciembre y enero, las largas. Son unas fechas muy especiales antes de la Navidad. Mucha gente pone aquí sus mejores celebraciones, y sobre todo es tiempo para las bodas. De nuestras escuelas y guarderías los estudiantes se marchan con un poco de tristeza. Desean que llegue el nuevo curso para volver a las aulas y seguir aprendiendo. Los niños son muy importantes en la escuela. Fuera, bastante menos. Empieza un poco el frío y parece que justifica ya el cambio de vida.
Estos días están también llenos de compartir la alegría por haber llegado a la meta. El fin de curso está lleno de celebraciones familiares por y con los jóvenes que lograron terminar sus estudios. Son los que se están graduando en Bachillerato o la universidad. También los pequeños lo celebran, hasta los de las guarderías. Otras metas no están tan seguras de poder alcanzarse, y en la vida no hay muchas oportunidades para lograr éxitos, así que es mejor celebrar los pequeños triunfos que la vida ofrece.
Rosa García y Vilma Cáceres son dos de las jóvenes que han logrado graduarse de su Bachillerato. Esta noche han juntado a sus compañeros de estudio, y nos han convidado a su cena de graduación. Han buscado a una amiga para que las ayude a preparar la comida: arroz, pollo, ensalada y unos refrescos. Y, al final, el pastel. Palabras de los amigos, de los padres y de las graduadas. Un ambiente entrañable y festivo, de gratitud y de éxito. Encuentros que motivan a seguir el camino. ¡Qué alegría entre tantas posibilidades de fracasar en una sociedad sin oportunidades para la gran mayoría de jóvenes!
Ellas, como tantas otras, nacieron en lugares remotos donde solamente pudieron terminar la escuela primaria con muchas dificultades. Después, tocaba cuidar de la casa y de los hermanos pequeños. Gastar poco y ayudar mucho para sacar a otros adelante. En el colegio no se podía ni pensar. Demasiado lejos y demasiado caro. Mejor casarse y comenzar la vida de familia, como los padres hicieron, repitiendo así, una vez más, la historia de la pobreza. Unas amigas avisaron de que había una oportunidad de prepararse, formarse y mejorar. Y han cambiado sus vidas.
Hoy, cuando en la Misa del domingo primero de Adviento leía el Evangelio me encantaban estas palabras: «Y cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación». Y me sabían a vida real y a tarea.