Fecundidad y fracaso - Alfa y Omega

Impresiona el modo descarnado en que el Papa explica en una entrevista al Corriere della Sera su frustración por el fracaso de tantos intentos de la diplomacia vaticana de parar la matanza en Ucrania: «Soy un sacerdote, ¿qué puedo hacer? Hago lo que puedo; si Putin abriera la puerta…». Sabemos que la maquinaria de la Santa Sede no ha descansado en estos tres largos meses, con gestiones muchas veces desconocidas, pero también con palabras fuertes sobre los ríos de sangre y de lágrimas desatados por una agresión injustificable decidida por el Kremlin. Todos recordamos la imagen sugestiva de san León Magno deteniendo a las hordas de Atila a las puertas de Roma. Pero junto a ella tenemos que recordar tantas ocasiones a lo largo de la historia en que los intentos del Papa de proteger la justicia y la paz se han topado con un muro. Por ejemplo, está muy fresca en la memoria la voz de Benedicto XV clamando en el desierto ante la horrenda devastación de la Primera Guerra Mundial. En estos asuntos el Señor no prometió ningún éxito a los suyos, aunque sí les encargó defender la vida, especialmente la de los más débiles y amenazados. Hace unos días, el patriarca de Bagdad, Luis Sako, recordaba con realismo la histórica visita de Francisco a Irak, el año pasado, y subrayaba su importancia en términos de diálogo y cambio de mentalidad, pero también observaba que «el Papa no es un gobernante ni un banquero, o una autoridad capaz de cambiar la situación en Irak». Es el sucesor de Pedro, el pescador galileo que acabó crucificado en la capital del imperio. En cada circunstancia, los cristianos debemos utilizar la inteligencia que nace de la fe para defender la vida, conscientes de que el fracaso y la derrota son parte de la historia mientras el mundo gira. La palabra y el testimonio de la verdad siempre construyen: lo vemos en la esperanza que se mantiene en el corazón de muchos ucranianos, en la caridad que socorre de forma eficaz a los desplazados, en los milagros de humanidad que atraviesan el horror de los combates. Pero no está escrito que consigan parar a los tanques. Sea cual sea el resultado, la Iglesia no puede cansarse de hacer el bien, ni de decir la verdad.