La difusión de la fe mediante la violencia es algo insensato. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y la naturaleza del alma. Dios no se complace con la sangre [escribe el emperador Manuel Paleólogo]; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. Quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas… En esta argumentación contra la conversión mediante la violencia, la afirmación decisiva es: no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. En el fondo, se trata del encuentro entre fe y razón, entre auténtica ilustración y religión.
[Por otra parte], al excluir el problema de Dios, presentándolo como un problema a-científico o pre-científico, la situación que se crea es peligrosa para la Humanidad, como se puede constatar en las patologías que amenazan a la religión y a la razón, patologías que irrumpen por necesidad cuando la razón se reduce hasta el punto de que ya no le interesan las cuestiones de la religión y de la ética.
La intención no es retroceder o hacer una crítica negativa, sino ampliar nuestro concepto de razón y de su uso. Sólo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación.
Sólo así seremos capaces de entablar un auténtico diálogo entre las culturas y las religiones, del cual tenemos urgente necesidad. En el mundo occidental está muy difundida la opinión según la cual sólo la razón positivista, y las formas de la filosofía derivadas de ella, son universales. Pero las culturas profundamente religiosas del mundo consideran que, precisamente esta exclusión de lo divino de la universalidad de la razón, constituye un ataque a sus convicciones más íntimas. Una razón que sea sorda a lo divino y relegue la religión al ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en el diálogo de las culturas. Occidente, desde hace mucho, está amenazado por esta aversión a los interrogantes fundamentales de su razón, y así sólo puede sufrir una gran pérdida.
De su discurso en la Universidad de Ratisbona (12-IX-2006)