Familiar de una víctima del 11M: «Todavía hoy sigo teniendo mis momentos de bajón» - Alfa y Omega

Familiar de una víctima del 11M: «Todavía hoy sigo teniendo mis momentos de bajón»

Fausto Marín perdió a su hermano Vicente en el atentado y ha logrado perdonar a sus asesinos. Aunque «el perdón es compatible con el dolor», aclara

José Calderero de Aldecoa
Fausto Marín padre (izquierda) y Fausto Marín hijo (derecha)
Fausto Marín padre (izquierda) y Fausto Marín hijo (derecha). Foto: Archimadrid.

Organizado por la Conferencia Episcopal y la Universidad Pontificia de Comillas, el II Foro de diálogo y estudio sobre el perdón y la reconciliación se celebrará este jueves, dos días después del aniversario del que fue el peor atentado terrorista perpetrado en suelo europeo: el 11M.

En el encuentro se rememorará aquel 11 de marzo de 2004, en Madrid, cuando diez bombas colocadas en cuatro trenes segaron la vida de 193 personas y dejaron heridas a otras 2.000. En uno de ellos, concretamente en el que completaba la distancia entre las estaciones de Asamblea de Madrid y Atocha, viajaba Vicente Marín, que entonces tenía 37 años.

A la misma hora, su hermano Fausto, hoy diácono permanente de la archidiócesis de Madrid, se encontraba desayunando en un bar, en uno en el que no ha podido volver a entrar. «Allí me enteré de las explosiones en Atocha y tuve el pálpito de que mi hermano iba en esos trenes», ha reconocido en infinidad de veces. Lo volverá a hacer este jueves durante el foro, donde Marín intervendrá para recordar el suceso y reflexionar acerca del perdón.

Pero ¿cómo es posible perdonar a un terrorista que ha matado a tu hermano?, cabría preguntarse. En su meditada respuesta, de lo primero que habla es de Dios: «Desde el primer momento el Señor me regaló una paz interior y una serenidad que me ayudaron a vivir aquellos momentos tan dramáticos», reconoce. Así, «pude acompañar a mi madre, para la que fue un golpe muy fuerte, o tener la entereza suficiente como para participar en los funerales de Estado» que se celebraron por las víctimas.

Este regalo del Señor, alimentado con «una vida de oración», de «escucha de la Palabra» y de «asiduidad a los sacramentos», provocaron que Fausto Marín afirme hoy sin paliativos que ha perdonado a los asesinos de su hermano. No obstante, aclara que perdón es compatible con el dolor. «Todavía hoy», 21 años después, «sigo teniendo mis momentos de bajón». Un día, por ejemplo «no entiendes el atentado y te enfurruñas; en otra ocasión pasas una mala noche y te despiertas un poco convulsionado porque te han venido todos los recuerdos».

Al final, «esto no deja de ser una cicatriz que tienes en el corazón». Luego ya depende de cada uno que de ella te brote «odio, ira, rabia, y todo tipo de oscuridades» o, como en su caso, un ramillete de recuerdos —«como su pasión por el Atlético de Madrid o por las canciones de Joaquín Sabina— que te dibujan una sonrisa y te llenan de esperanza en la vida eterna».