Ansa (Alma Pöysti) es una mujer soltera que trabaja de reponedora en un gran supermercado. Tiene una amiga, Tonya. Holappa (Jussi Vatanen) es un obrero metalúrgico que sufre un problema creciente con el alcohol. Tiene un amigo, Raunio. Los cuatro se conocen en un karaoke y Ansa y Holappa se gustan. Pero ella no está dispuesta a compartir su vida con un alcohólico, pues ya sufrió esa tragedia en su propia familia. Por su parte, en el narcisista Raunio también surge el interés por Tonya. Una trama romántica que es una historia de redención. Ya está. Esto es todo. Y no hace falta más.
Si hay un director de cine vivo que se puede reconocer con solo ver un fotograma de una de sus películas, ese es sin duda el finlandés Aki Kaurismäki. Su estilo es único, irrepetible, pero extrañamente cautivador. Su puesta en escena es esencial: decorados minimalistas y vintage, una paleta de colores limitada y saturada, unos encuadres muy estáticos, iluminados como con bombillas de tungsteno de los años 1970. Pero lo más característico son sus personajes: hieráticos, estólidos, inexpresivos… pero profundamente humanos. En eso recuerdan a los del Dreyer no expresionista. Todo va envuelto en un sordo sentido del humor, casi involuntario, pero que infaliblemente arranca las sonrisas del espectador. Probablemente esta sobriedad estética tenga algo que ver con la condición nórdica del cineasta, pero no lo explica del todo. Y el aderezo final, siempre fascinante: su selección musical. Siempre hay canciones de la Europa meridional, tangos o músicas japonesas, combinadas con canciones finlandesas y piezas de música clásica, como la Sinfonía nº 6 de Chaikovski o una serenata de Schubert. No hay que perderse la escena en la que la vocalista del grupo Maustetytöt interpreta en el escenario de un café-bar una sugerente y melancólica canción ataviada con una bata de guata.
Kaurismäki es un humanista. Pero muy distinto de lo que pueden ser Ken Loach, los hermanos Dardenne o Ermanno Olmi. Él ha vivido la deshumanización de Occidente desde la perspectiva singular del norte más norte de Europa. Un país más grande que España pero con cinco millones de habitantes, un país que ha sido sueco, ruso, y al que el cristianismo no llegó hasta entrado el segundo milenio, en el siglo XII. Sin embargo, las películas de Kaurismäki son lo contrario de las del sueco Ingmar Bergman. Las del finlandés son positivas, esperanzadas, llenas de fe en el ser humano. Pero nada sentimentales o dulzonas. El lector ya se habrá imaginado que Fallen leaves no es una cinta de acción ni de efectos especiales, ni de diálogos chispeantes a lo Woody Allen. Es decir, que no es para todos los gustos, pero hablamos de una película que se alzó con el Premio del Jurado del pasado Festival de Cannes, que se hizo con el Premio al Mejor Director en el de Chicago y que está nominada al Globo de Oro a Mejor Película Extranjera.
Aki Kaurismäki
Finlandia
2023
Comedia
+12 años