Fallece el sacerdote con ELA Álvaro Granados: «Los enfermos podemos hacer mucho bien» - Alfa y Omega

Fallece el sacerdote con ELA Álvaro Granados: «Los enfermos podemos hacer mucho bien»

La ELA es «una enfermedad pesada y dura», reconocía, pero los enfermos «recordamos a toda la sociedad la infinita dignidad de la persona»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Álvaro Granados en uno de sus últimos vídeos
Álvaro Granados en uno de sus últimos vídeos. Foto: YouTube.

«A veces los enfermos pueden pensar que están condenados a la inutilidad y no es verdad. Podemos hacer mucho bien». Lo decía en su último vídeo Álvaro Granados, el sacerdote del Opus Dei que en los últimos años se vio afectado por la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y que falleció el pasado viernes en Roma, donde vivía.

Granados, perteneciente al Opus Dei, dio durante la última fase de su enfermedad un precioso testimonio de fe y esperanza. «Su simpatía y su paciencia en la enfermedad serán un ejemplo de gran fe y esperanza para toda la comunidad académica», ha declarado tras su fallecimiento el rector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, Fernando Puig, donde Granados fue durante varios años profesor de Teología Pastoral y de Teología Sacramental.

«Estamos seguros de que desde el Cielo continuará rezando por la Universidad y por todas las personas que, a lo largo de los muchos años que pasó en Roma, lo conocieron y valoraron como sacerdote y como docente», ha añadido Puig.

Nacido en Madrid en 1964, Álvaro Granados se licenció en Derecho en la Universidad de La Laguna, en Tenerife, en 1988. Posteriormente se trasladó a Roma para estudiar Teología Fundamental en la Santa Cruz, obteniendo el doctorado en Filosofía en 1996. Fue ordenado sacerdote en 1994 y, entre 1995 y 2006, trabajó como formador en el Colegio Eclesiástico Internacional Sedes Sapientiae. También fue Rector del Colegio Sacerdotal Tiberino y, en 2009, obtuvo el doctorado en Teología Pastoral en la Universidad Lateranense.

En una reciente entrevista a Avvenire, Granados explicaba que al inicio de su enfermedad «al principio noté que ya no sentía nada en el pie derecho. Entonces, después de algunas visitas médicas me diagnosticaron la enfermedad». También reconocía que la ELA es «una enfermedad pesada y dura», pero que sin embargo «me ha permitido madurar y sobre todo entender cuáles son las cosas que realmente importan en la vida», por ejemplo «el gran valor de las relaciones humanas».

«Me gustaría decir a los enfermos que desempeñamos un papel muy importante en una sociedad que se vuelve cada vez más individualista», añadía, ya que «recordamos a toda la sociedad este principio fundamental: la infinita dignidad de la persona».

«En los últimos años Jesús lo llamó a compartir su cruz y su misión de víctima, para ofrecer sus sufrimientos por la iglesia y por el mundo», afirma José Miguel Granados, hermano de Álvaro y profesor de Teología en la Universidad San Dámaso, testigo de que su hermano «vivió heroicamente esta última etapa dolorosa de su vida, siempre con gratitud, serenidad y esperanza».

Por su parte, el prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, afirmó en la misa funeral el pasado domingo que «ante una pesadísima enfermedad, Álvaro no se rebeló». Al contrario, «tomó sobre sí el yugo que el Señor le ofrecía y, si a los ojos de todos su carga parecía cada día más pesada, él la llevaba como si cada día fuera más ligera, mientras su corazón se hacía más suave y humilde, más identificado con el corazón de Jesús».