Eutanasia de guante blanco - Alfa y Omega

Eutanasia de guante blanco

Maica Rivera

La joven y excéntrica Louisa Clark tiene nuevo empleo que no puede permitirse el lujo de perder, pero el trabajo de atender a Will Traynor no pinta fácil. El problema no son tanto las atenciones especiales en las que necesita adiestrarse como el hecho de que su paciente, treintañero tetrapléjico a causa de un atropello, ha perdido las ganas de vivir. Topicazos aparte, Jojo Moyes conmueve y divierte con la difícil historia de amor entre ambos. Pero hace trampas. Y lo peor: a escondidas.

No es ofuscante sabernos narcotizados por una bestselleriana de pro en puntos escénicos irrelevantes, atrezo y falacia patética: luna llena, tormenta eléctrica, emotividad femenina en un concierto de música clásica al estilo de Pretty woman, cafetería parisina… Lo inquietante llega al repensar la trama en sentido inverso, del final a principio. Entonces nada parece espontáneo, nos sentimos manipulados sentimentalmente y sospechamos que corremos un riesgo: que la sobreexplotación de lo trágico nos aturda hasta hacernos asumir irreflexivamente como universal el concepto particular que la autora tiene de muerte digna y sus derivaciones morales. Envalentonada en un género que nos mantiene baja la guardia (este drama aspira a cuento de hadas, incluye castillo), Moyes se aprovecha de nuestra vulnerabilidad, y a los cargos por trampear al enfrentarnos a la tragedia del suicidio asistido sumamos premeditación, alevosía y nocturnidad porque lo hace callandito. Juega al despiste con bruscos cambios de voz narrativa cuando la cosa se pone delicada, es hábil en ardides para colar un discurso tendencioso a favor de un marco genérico de eutanasia.

Hurto de esperanza

Solo concede cuatro meses a la encantadora Lou para conseguir que Traynor renuncie a una muerte programada en Suiza. ¿Une a los enamorados esta macabra contrarreloj? Únicamente en peripecia. En el fondo les separa, castra su amor e impide que la historia cuaje como inolvidable. Ahí hunde sus raíces ese punto de fuga que frustra constantemente la lectura, y que no se nota de primeras porque Moyes al principio equilibra el discurso entre los que apoyan la decisión letal de Will, como el fisioterapeuta Nathan, y quienes se oponen, como la señora Traynor. Tanto ella como la señora Clark, las dos madres, condensan la negatividad de la escritora hacia la religión, que se valora como algo arcaico y disfuncional. No existe ningún componente espiritual en la historia. Y eso hace que no sea creíble. Clark intenta devolver la ilusión por la vida a Traynor con planes de ocio que, eso sí, alcanzan lo espectacular gracias a que la familia es rica y generosa en su desesperación. Y en esto se queda todo. Estamos ya en la segunda parte del libro, en la que Moyes se posiciona a favor del inminente suicidio asistido de Will. Le traiciona, condenándole a simple macguffin: desprovisto de todo valor en sí mismo, queda reducido a mero acicate para la madurez de Louisa Clark.

Que no convenza Jojo Moyes no se debe a que estemos maleducados en lo hollywoodiense, sino a que nos roba la esperanza a traición, sin darnos cuenta. Y más hiriente es la adaptación cinematográfica, a punto de lanzarse en DVD, que contempla una sonrisa final. ¿Por qué Lou sonríe mientras nosotros lloramos? Es para pensarlo.

Yo antes de ti
Autor:

Jojo Moyes

Editorial:

Debolsillo