Europa redefine su futuro dando voz a (algunos) ciudadanos
El 9 de mayo concluye la Conferencia sobre el Futuro de Europa. Un proceso «necesario» según COMECE, pero empobrecido por algunas ausencias
Ante desafíos como la guerra de Ucrania, «es necesario revivir las ideas de los padres fundadores para la supervivencia de nuestro hermoso continente», creando «una verdadera unidad europea». Lo afirmó Guy Verhofstadt, copresidente de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, durante la clausura el sábado de la plenaria final de este proceso de participación ciudadana que arrancó el 9 de mayo de 2021. La conferencia se clausurará justo un año después, en el Día de Europa. En las próximas semanas, se darán a conocer las conclusiones elaboradas con las 325 propuestas en torno a 49 objetivos.
Es incierto qué recorrido tendrán. Algunas piden una reforma de los tratados europeos para una mayor integración. De hecho, desde el principio varios Estados miembro «deseaban que fuera un primer paso» en esta dirección, explica Stefan Lunte, secretario general de Justicia y Paz Europa y asesor de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE), para quien ha seguido la conferencia. Otros estados consideraban innecesarias tanto esta reforma como la misma consulta. Esta falta de «una visión compartida» también ha minado la conferencia, y dificultará su aplicación. Lunte no espera una reforma de los tratados, precisamente porque se tiene que iniciar por unanimidad. Tampoco la considera necesaria, pues ya existen herramientas para una mayor cooperación europea. Sí pide que «no se instrumentalice» este año de debate, que ha sido «valioso por sí mismo».
Lunte subraya lo «importante e interesante» que es que «los ciudadanos europeos hayan podido discutir cuáles consideran que deberían ser las prioridades» de la Unión. El proceso ha tenido diferentes niveles: una plataforma digital con traducción automática donde se han presentado y debatido casi 19.000 propuestas; eventos organizados por la sociedad civil; mesas nacionales, y, por último, la selección al azar de 800 ciudadanos para cuatro paneles generales. La plenaria la formaron 108 ciudadanos y 108 representantes de la UE.
«A las iglesias nos hubiera gustado estar invitadas», como lo han estado «muchos otros actores de la sociedad civil», lamenta Lunte. De hecho, el Tratado de Lisboa recoge la importancia del diálogo con ellas. En el documento final no hay ninguna referencia a la religión. Como adelantó el cardenal Hollerich durante la plenaria de otoño de COMECE, «este proceso es sano y necesario, pero dejar fuera la voz de las iglesias lo empobrecería». La entidad ha participado en 17 eventos relacionados con la conferencia, pero decidió no presentar propuestas propias. En su lugar, dio protagonismo a las del centenar de jóvenes católicos que convocó para un encuentro virtual en junio de 2021. La cita, que podría repetirse, se centró en ecología, justicia social e intergeneracional y participación.
Defensa de la vida, silenciada
Otra vía por la que los temas que preocupan a los católicos llegaron al debate fue mediante la federación One of Us, que agrupa a más de 50 organizaciones de defensa de la vida y la familia. Su directora y coordinadora europea, Ana del Pino, explica que todos sus esfuerzos este año se han centrado en la conferencia. «Somos europeístas, y estamos convencidos de que tenemos que tener voz». El 7 de mayo, dos días antes de su clausura, One of Us presentará sus conclusiones en la convención Por una Europa fiel a la dignidad humana y al legado de los padres fundadores, en Bruselas.
También se ha hecho notar en la plataforma online. Dado que el aborto y la eutanasia son competencias nacionales, apostaron por pedir que se dejen de financiar las investigaciones, proyectos de ayuda al desarrollo y medidas de salud pública que supongan la destrucción de embriones. Como en 2013, cuando batieron récords recabando 1,7 millones de firmas a favor de una iniciativa ciudadana europea en el mismo sentido, su campaña ha resultado bastante popular. De las 1.701 ideas del área de Valores, Derechos, Estado de Derecho y Seguridad, fue la más comentada y la sexta con más adhesiones. Sin embargo, no aparece en las propuestas finales. Sí hay una pidiendo los «mismos derechos» para «todas las familias». En cambio, ha desaparecido de la síntesis una petición a favor de la eutanasia que antes estaba.
«Aquí es donde se palpan los límites de este tipo de procesos democráticos», subraya Lunte. «Realmente no puedes seguir» cómo se procesan tantas aportaciones tan diversas, y algunas descabelladas, ni garantizar que todas sean tenidas en cuenta. «¿Por qué unas llegan a las recomendaciones finales y otras no?», se pregunta. De hecho, el grupo de Conservadores y Reformistas Europeos en el Europarlamento anunció el pasado sábado que abandonaba la conferencia por este «sesgo», que también veían en la selección de los ciudadanos participantes.
Otro límite, previo, es a cuánta gente puede llegar realmente una iniciativa así. Las 50.000 personas personas que han participado en la plataforma, y las 650.000 en los actos relacionados, no llegan al 0,01 % y al 0,2 % de ciudadanos de la UE. Los asuntos europeos «no están en las agendas de los medios», valora Lunte, y siguen resultando lejanos aunque la conferencia buscara lo contrario. «Pero al menos se ha intentado».
- Economía circular, transición energética justa frente al cambio climático, reforzando la independencia energética.
- Transición hacia el crecimiento sostenible, condiciones de trabajo más justas y una estrategia global contra la pobreza (salarios mínimos, vivienda digna y un marco común para los sistemas de renta mínima), abordando los retos del cambio demográfico.
- Mejorar la política exterior y de seguridad común promoviendo el diálogo y la garantía de la paz y el orden, reforzando el multilateralismo y la dimensión ética de las relaciones comerciales.
- Promover la migración legal, luchar contra la ilegal desde el respeto a los derechos humanos, reformando el sistema de asilo a favor de la solidaridad y el reparto equitativo.