Etapa 11: O Cebreiro. «Aquí abrazamos a los peregrinos literalmente»
¡Estamos en Galicia! Queda poco para llegar a Santiago, pero antes de poder abrazar al apóstol, hay un apóstol del siglo XXI que nos abraza a nosotros. Es Francisco Castro (Santiago de Compostela, 1971), franciscano y copárroco del santuario de Santa María la Real. Se dedica a socorrer peregrinos y a celebrar la Misa al atardecer. Y si alguno camina solo, «le doy mi número de teléfono, por si tiene algún incidente o quiere compartir la experiencia».
¿Qué importancia tiene O Cebreiro dentro del Camino?
Es el primer pueblo de Galicia viniendo por el Camino francés. A los peregrinos se les pone cara de emoción por estar ya en la tierra de Santiago. Cuenta con una historiografía importante. El Códice Calixtino, del siglo XII, ya habla de O Cebreiro como lugar de paso de los peregrinos. Aquí se establecieron los monjes benedictinos hace 800 años y montaron un hospital para caminantes. Sabemos también que en 1486 pasaron los Reyes Católicos y le dieron un impulso al lugar. Nosotros llegamos hace diez años. Somos tres franciscanos, dos sacerdotes y un hermano que no está ordenado.
El santuario también tiene historia.
Es un templo prerrománico del siglo IX, por lo que estamos hablando de uno de los templos más antiguos dentro de la ruta jacobea. Se da a la par que el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago. Para nosotros es un privilegio y una responsabilidad estar aquí.
¿A qué os dedicáis?
Es una labor de acogida. Tenemos el santuario siempre abierto y celebramos a diario la Misa del peregrino al atardecer. Después impartimos la bendición, que la tenemos impresa en más de 20 idiomas. Además, tenemos la casa parroquial disponible para emergencias, por si hay overbooking en los albergues o si vienen peregrinos sin recursos.
¿Peregrinos sin recursos?
Sí. El Camino es para todo el mundo. Todos son bienvenidos y hay quien no tiene recursos. Por otro lado hay peregrinos que, por cuestiones religiosas, lo hacen siguiendo el rastro de la Providencia. Por ejemplo, es frecuente que nuestros frailes jóvenes de otros países hagan el Camino así, fiándose de la Providencia y acogiendo lo que la vida te va ofreciendo. A todos ellos les ofrecemos la posibilidad de pernoctar en el albergue público, pagándolo el santuario, y por supuesto les ofrecemos comida. Es la forma de entender nuestra presencia cristiana aquí. Tratamos de ser una humilde presencia de Iglesia, sonriendo, acogiendo y abrazando.
Esto último será en sentido figurado.
No, aquí abrazamos a los peregrinos literalmente. Con la pandemia lo hemos tenido que dejar de hacer, pero habitualmente les ofrezco un abrazo a los peregrinos, dándoles la bienvenida a Galicia y animándolos en su camino a Santiago.
He leído que es usted socorrista de peregrinos. ¿También es literal?
Sí. Cuando llegué aquí lo hice en medio de una nevada. A mí me encanta la naturaleza, pero el tiempo es muy crudo y me pregunté «¿qué hago aquí?». Poco después tuve que socorrer a un peregrino que había decidido subir a O Cebreiro al atardecer con una fuerte nevada. Llegó al borde de la hipotermia. Lo metí para dentro, le cambiamos la ropa y lo llevamos al albergue para que se diera una ducha caliente. En otras ocasiones, me ha tocado socorrer a otros peregrinos con el coche. A los que van solos, les doy mi número de teléfono por si tienen algún tipo de incidente o simplemente quieren compartir la experiencia. Y me llaman. Así que, ante la pregunta que me hice al llegar, la Providencia me respondió: «socorrer a peregrinos».
¿Cuál fue el milagro de O Cebreiro?
Los documentos lo cuentan así: en un día de nieve faltó a Misa el único campesino que solía acudir. El sacerdote comenzó sin él. A mitad de la celebración, a pesar de la ventisca, apareció el hombre y se dice que el cura pensó: «Total, para ver un poco de pan y vino». Entonces, se produjo el milagro de la transubstanciación: el pan se convirtió en auténtica Carne de Cristo y el vino en Sangre. Hoy se conservan un trozo pequeño de carne y una gota de sangre en un relicario que nos donaron los Reyes Católicos. También conservamos el cáliz y la patena del milagro. Y hay dos sepulcros que se cree que pueden ser los de los protagonistas del milagro.