Etapa 10: Vega de Valcarce. «Peregrinar hoy a Santiago es una experiencia más auténtica»
Los peregrinos han vuelto al Camino, aunque lo han hecho con cuentagotas. Esta menor afluencia, sin embargo, conlleva una mayor autenticidad. «Es como las peregrinaciones de hace 50 años», asegura Fernando Tebas (Santa Ana, Albacete, 1963), que inició su ruta desde Zamora. Junto a él dejamos atrás Castilla y León para entrar en Galicia e iniciar ya la última parte de esta particular peregrinación.
¿Dónde inició su peregrinación?
Llegué a Zamora el domingo 2 de mayo, al albergue municipal, que estaba abierto, y al día siguiente comencé a caminar. Llevo más de 200 kilómetros y en la próxima etapa ya me toca entrar en Galicia. Mi idea es llegar a Santiago, y luego quiero continuar hasta Finisterre.
Pero el 2 de mayo todavía había restricciones de movilidad.
Sí, pero la verdad es que no he tenido ningún problema. Es verdad que yo trabajo como carpintero en el Hospital General de Albacete, y como trabajador de un centro médico, llevo desde febrero vacunado. Me acompaña mi certificado de vacunación, por si acaso, pero nadie me lo ha pedido.
Me imagino que antes del fin del Estado de alarma coincidiría con pocos peregrinos.
Los primeros días no coincidía con nadie, iba solo. Pero desde que se acabó el Estado de alarma hay más gente. Ahora, por ejemplo, estoy en el albergue El Paso, en Vega de Valcarce, y somos nueve peregrinos aquí.
¿Cómo reaccionaba la gente al verle llegar a los pueblos?
La verdad es que he notado mucha alegría. Me han acogido en todos los sitios fenomenal. Me he sentido muy arropado. Toda la gente que vive en torno al Camino de Santiago es estupenda.
¿Le ha costado encontrar alojamiento? ¿Hay muchos albergues cerrados?
Efectivamente, había algunos que incluso tenían telarañas en las puertas. Me he encontrado muchos establecimientos cerrados, muchos. Es dramático. También es verdad que siempre he tenido un lugar donde dormir, porque si todos los albergues estaban cerrados he podido ir a un hostal. Desde el día 9 de mayo he visto que muchos han reabierto sus puertas.
¿En qué condiciones lo han hecho?
Además del tema de las mascarillas y el gel, han tenido que reducir aforo, precintando las camas de arriba de las literas, y las cocinas están cerradas. Hay que buscar algún bar con menú del peregrino o algún supermercado.
¿Y cómo está el Camino? Sin el trasiego habitual de personas, habrá crecido la naturaleza.
Pues es la primera vez que peregrino a Santiago y no sabría comparar con la situación anterior a la pandemia. Pero el Camino lo noto muy cuidado, muy verde. La falta de peregrinos por lo menos ha acabado con los problemas de plazas en los albergues. Por lo que me dicen, era frecuente, incluso en años normales [no jubilares], que hubiera días que tuvieses que alargar la etapa porque no había sitio en ninguno. Ahora eso se ha acabado. Peregrinar hoy a Santiago es una experiencia más auténtica. Es como las peregrinaciones que se hacían hace 50 años. Lo que sí creo que habría que mejorar es la señalización en algunas ciudades. En ocasiones me ha costado seguir la ruta. En los pueblos y por el campo no he tenido ese problema. Ahí no había posibilidad de pérdida.
El Camino de Santiago suele ser un momento de reflexión, de aprendizaje. ¿Lo está siendo en su caso?
Por supuesto. Después de un confinamiento en el que nos hemos distanciado los unos de los otros, recorrer el Camino me está haciendo caer en la cuenta de la importancia de las personas. Me he encontrado con gente encantadora, que me está tratando muy bien sin conocerme de nada y sin que, probablemente, las vuelva a ver en mi vida. También me está ayudando a darme cuenta de esa doble realidad de la vida. Aquí sufres al andar, o te empapas con la lluvia, pero es una experiencia muy bonita. Lo mismo ocurre en el día a día, la vida es sufrimiento y es gozo.