La Editorial Elba acaba de publicar Sabiduría monástica. Se trata de un compendio de la sabiduría acumulada a lo largo de siglos de monacato. El autor es el sacerdote benedictino Hugh Feiss, que ha trazado, a partir de la regla de san Benito, un mapa delicado y útil para mantener una vida de orden y equilibrio. La introducción ya señala que «este libro pretende dar acceso a la sabiduría práctica de 1.700 años de tradición monástica» ordenada por temas. Debe destacarse la utilidad de los textos introductorios de cada capítulo, que aportan un contexto valiosísimo de espiritualidad, liturgia y, en general, vida de fe. Tal vez por esto Sabiduría monástica me ha gustado tanto: ilumina sin deslumbrar, da compañía sin agobio y refresca como otra joya publicada en esta editorial: Los jardines de los monjes (2019), de Peter Seewald y Regula Freuler.
Estructurado en tres partes y 18 capítulos, se enriquece con un prólogo de la poetisa Kathleen Norris, una introducción, un apéndice de semblanzas biográficas y un apartado de notas al final que aporta erudición. En sus 326 páginas, este volumen es una valiosa carta náutica para navegar en la vida cotidiana sin perder de vista a Cristo. Hay mucha presencia del Señor entre pucheros y la vida cotidiana. Recuerdo a mi añorado Aurelio Fernández, que advertía de la importancia de la «cotidianeidad» de los existencialistas para llegar, nada menos, que a la santidad en la vida diaria.
Sabiduría monástica, en este sentido, es una obra que susurra y deja que las palabras vayan calando en el silencio. No condesciende a las frases efectistas ni a las consignas de la autoayuda. Antes bien, nos ofrece un repositorio ordenado de experiencias, anécdotas, reflexiones, citas y principios que, a partir de la regla benedictina, nos abre el luminoso mundo de los claustros. Podría decirse que es un remanso de paz en medio del tráfago cotidiano. Sin embargo, habría que añadir acto seguido que esa paz es fruto del seguimiento de Cristo y eso significa cargar con una cruz. ¡Ay! ¡Qué difícil es aprender la humildad! ¡Qué empinada es la cuesta de la sencillez! ¡Qué dura es la lección de la paciencia! De la obediencia y de la autoridad, mejor ni hablemos. Felizmente, el lector encontrará aquí guía, consuelo y descanso. 17 siglos de la vida de la Iglesia dan para mucho.
Estos textos nos deparan momentos de felicidad para descansar en el desierto cotidiano. Algunos son conocidos del oficio. Por ejemplo, Beda: «Tenemos a quien nos consuele, nuestro Señor Jesucristo. Aunque no lo podamos ver con los ojos corporales, guardamos de forma escrita en los Evangelios lo que hizo y enseñó mientras estuvo corpóreamente entre nosotros». Otros nos hablan desde la distancia de los siglos, como Antonio: «En verdad, hijos míos, quiero que sepáis que muchos se entregaron al ascetismo toda la vida, pero la falta de discernimiento los mató». Todo está impregnado, naturalmente, del espíritu de san Benito, cuya regla sigue resplandeciendo: «Póngase el máximo cuidado y atención en recibir pobres y extranjeros, porque de modo especial en ellos se recibe a Cristo. Pues el respeto que imponen los ricos ya obliga a honrarles».
En medio de tanto ruido, se agradece un libro que invita al recogimiento y al silencio, pero no a la pasividad. Para seguir al Señor hay que ponerse en camino, aunque, como sucede en la tradición benedictina, eso exija echar raíces y asentarse en un lugar para que en él brote la vida de fe. A veces hace falta más energía para estarse quieto que para moverse. Estas páginas llaman a la quietud. Tienen más el tono de completas que el de laudes, es más para la noche que para el mediodía. Si tienen la oportunidad, no dejen de leerlo.
Hugh Feiss
Elba
2022
328
23 €