Un año nuevo siempre suscita en el corazón de todo ser humano un sentimiento de esperanza nueva, de esperanza de que las cosas sean distintas y mejores que el año que hemos terminado. ¿Quién de nosotros no ha soñado que alguna vez, en un momento de la Historia, a nadie le falte lo más necesario para vivir? ¿Quién no ha soñado con un día en el que el paro deje de existir y todos tengamos un trabajo digno? ¿O en el momento en el que sepamos respetarnos los unos a los otros y, especialmente, sepamos luchar por el respeto a la vida de los más indefensos? ¿Quién no ha soñado con ese día en el que las familias no se rompan por falta de amor y de entendimiento entre los esposos, y los hijos no sufran las rupturas de los padres? ¿O con el momento en que Dios sea importante para todos? ¿Hay algún creyente que no haya soñado con el día en el que la evangelización del mundo sea una realidad cada vez más viva y plena? ¿Podemos resignarnos a no soñar con un mundo en el que el amor, la justicia y el reparto equitativo de los bienes de la tierra sea una realidad y desaparezcan las desigualdades?
Podemos hacer realidad cada uno de nosotros, al estrenar un año nuevo, algunos de los aspectos que dependen de nosotros y que, tal vez, hemos descuidado en nuestra vida. De estos descuidos no podemos echar la culpa a nadie.
¿Por qué no aprovechamos este nuevo año para cultivar algunos de los valores humanos tan necesarios para todos: el amor, la solidaridad, el respeto, el tratar de hacer una sociedad más humana en la que nos preocupemos más de ayudarnos unos a otros?
¿Por qué este nuevo año no podemos empeñarnos en desarrollar nuestra vida de fe, que tal vez la tenemos descuidada, para vivirla con toda la autenticidad y el compromiso que nos exige? ¿Por qué Dios no deja este año ya de ser el gran ausente en nuestras familias, y comenzamos a darle verdadera importancia, la que debe tener, en nuestra vida personal y en nuestra realidad familiar?
¿Por qué, como cristianos y seguidores de Jesús, como bautizados que somos, no asumimos, de una vez para siempre, la tarea que el Señor nos encomienda de evangelizar el mundo?