Asalto a la «base de nuestra democracia»
El arzobispo de Baltimore considera el asalto al Capitolio «reflejo de la agitación» de los últimos meses y de la «excesiva» influencia de redes sociales y «fuentes sesgadas»
El asalto al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero, que interrumpió hasta la madrugada la certificación de votos para proclamar presidente a Joe Biden, «es una violación sin precedentes del respeto a nuestros más altos niveles de Gobierno y una perturbación de la base más importante de nuestra democracia»: el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas. El arzobispo de Baltimore (Maryland), William Lori, es claro al valorar para Alfa y Omega unos hechos «terriblemente sorprendentes» que se saldaron con cinco muertes (más el suicidio de un policía implicado).
Muchos obispos condenaron lo ocurrido. En nombre de todos habló el presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, José H. Gómez, que subrayó que «como americanos no somos así». Tras describir el traspaso pacífico del poder como «sello distintivo» del país, exhortó a «reafirmar nuestro compromiso con los valores y los principios» democráticos. En un sentido similar se pronunció el Papa tras el ángelus del domingo, cuando recordó que la violencia es «siempre autodestructiva» y pidió «a las autoridades y al pueblo» mantener «el sentido de responsabilidad con el fin de serenar los ánimos» y «promover la reconciliación». El mismo día, en una entrevista a la televisión italiana TG5, reflexionaba sobre cómo hechos así se pueden dar en sociedades «disciplinadas en la democracia».
Lori, en la línea de otros pastores, describe lo ocurrido como consecuencia de la creciente polarización. Es el «reflejo de la agitación que hemos visto durante muchos meses ya», asociada a un «apego a las redes sociales y a fuentes de información sesgadas» con una influencia «excesiva». Ello ha producido «espectáculos públicos de grupos extremos de ambos lados». Respondiendo a una pregunta sobre qué papel han podido jugar algunas voces y medios católicos, desde el exnuncio Viganò hasta figuras del ámbito provida afines a Trump, responde que «cualquiera en una posición de liderazgo debe reconocer que su voz tiene este potencial», por lo que «debemos ejercitar la prudencia y ser un ejemplo de moderación y reconciliación».
Fomentar la cooperación
El obispo de Washington, el cardenal Wilton Gregory, ha declinado hablar con este semanario, pues continúa siguiendo de cerca la situación. Las maniobras de ambos partidos en torno a un segundo proceso de destitución contra Trump y a la propuesta de que se le declare incompetente hacen difícil prever lo que ocurrirá hasta el 20 de enero. Pero está claro que las implicaciones de lo ocurrido el día 6 trascenderán la investidura en vertientes como la investigación del FBI sobre lo ocurrido o la polémica por la suspensión de las cuentas de Trump en redes sociales. Y también tendrá consecuencias para la próxima Administración.
Lori se muestra convencido de que en Estados Unidos la mayoría social «está comprometida con el espíritu de cooperación» para el bien común. «En la Iglesia debemos fomentar esta actitud» y animar a nuestros fieles a anteponer» el anuncio de los valores del Evangelio a sus intereses políticos. Además, «necesitamos reconstruir una cultura de diálogo y respeto hacia las opiniones divergentes, algo que hoy en día está terriblemente ausente de nuestras interacciones sociales».
Con Obama, estuvo al frente del Comité para la Libertad Religiosa. Desde noviembre, presidirá el de Actividades Provida.
«Hemos trabajado» por «una relación productiva con cualquier administración», conscientes de que «siempre habrá áreas de acuerdo», sobre las que construir, y desacuerdo, que mitigar.