Asistimos perplejos a un cambio sustancial en nuestra legislación que afecta gravemente a la familia. Este cambio viene promovido por la irrupción de la llamada ideología de género, que toma carta de ciudadanía en nuestro ordenamiento jurídico. Esta forma de pensar utiliza un lenguaje propio con términos de gran contenido ideológico, que lleva a perder el significado original y auténtico de los términos esposo y esposa, y padre y madre. Esta ideología pretende impregnar todo el ámbito social, especialmente el educativo, para llevar a la sociedad a una cultura que no genera la vida, y que vive la tendencia, cada vez más acentuada, de convertirse en una cultura de muerte.
Asistimos a la destrucción del matrimonio por vía legal. Dado que los términos suprimidos en las leyes promulgadas hacen referencia a los papeles del hombre y la mujer en el matrimonio y la familia, no pueden ser superados ni sustituidos dichos papeles sin afectar esencialmente a estas instituciones, incluso al nivel meramente natural, así como al bien común de la sociedad.
Sin la referencia al significado profundo de los términos esposo y esposa, y padre y madre, quizás no se acierte a reconocer el enorme efecto que en la cultura y en la sociedad puede derivarse de aplicar estos cambios.
La utilización del término cónyuge para ambos miembros del matrimonio lleva a utilizar el mismo término para ambos, induciendo a entender que son indiferentes los sexos de cada uno. Análoga consecuencia se deriva de utilizar el término progenitor en lugar de padre y madre. Los ideólogos de género saben que la familia con padre y madre infunde a los hijos la noción –tan natural, por lo demás– de que hombres y mujeres somos diferentes.
La genealogía de la persona está unida, ante todo y en primer lugar, con la eternidad de Dios; y, en segundo término, con la paternidad y maternidad humana. De esta manera, se expresa con estos términos la profunda intensidad del amor de Dios a los hombres y nos permite también descubrir que la gracia de Dios ayuda, en el matrimonio, a los esposos a vivir y fortalecer su vocación al amor.
Obispos de la Subcomisión episcopal de la Familia y Defensa de la Vida