Espíritu y cuerpo en la guerra - Alfa y Omega

El 30 de agosto de 2022 recibí en la Nunciatura Apostólica de Kiev a un grupo de representantes de asociaciones ucranianas de familiares de prisioneros de guerra y civiles, así como a esposas y madres de defensores de Ucrania que perdieron la vida.

Soy un obispo católico, pero ante todo soy cristiano. Es por eso que esta reunión me ayudó espiritualmente. Es decir, me ofreció un contacto personal con los presos, con sus historias, con los que ya están en la tierra del Señor, en la eternidad, y con los desaparecidos.

Todas mis invitadas hablaron con lágrimas en los ojos. Escuché sus historias y luego oramos, pidiéndole al Señor que detuviera la guerra, reuniera a las familias y permitiera que las viudas tuvieran al menos algún dato sobre la situación de sus esposos muertos.

Cuando escribo estas palabras mi pena es probablemente mucho menor que la de esas mujeres. Pero, aún así, he escuchado tantas explosiones de misiles y artillería en Kiev y sus alrededores en febrero y marzo pasados… y he conocido lo que esto ha significado para miles de vidas. Pero para mí, esto no es suficiente.

Les pido que miren esta foto: son mis invitadas, el grupo del que hablo. Bendigan en su corazón a cada una de ellas. Es un regalo que les estoy pidiendo; esto dará paz a sus corazones. Basta con hacer algo breve, intenso, en apenas unos segundos. Así practicaremos y mostraremos nuestra caridad con esas mujeres.

Este mismo camino es también el camino hacia la paz. Esa misma paz que parece no ser alcanzable por otros medios. Pero sí está al alcance de Dios: por eso nosotros, católicos, no dejamos de orar; ¡por eso sabemos cuán importante es esta arma espiritual!