Espera - Alfa y Omega

Esto nos piden los que juegan y manejan las vidas de los haitianos. Espera a que llegue la situación a tal punto que el sistema se rompa completamente. Y ahí les tienen, al límite: sin agua potable, sin luz ni comida, sin teléfono, sin internet, sin atención sanitaria, sin transporte…

Espera mientras se negocia en despachos, se dan discursos, se habla sin llegar a decisiones.

Y, mientras tanto, ellos sostienen esa espera. Como siempre, lidiando con sus cotidianidad, adaptándose a la nueva dificultad. Si no hay gasolina, se va a pie. Se bebe cualquier agua. Se aguanta más el hambre. Ralentizando el tiempo.

El día a día no es fácil. Nuestra zona, rural, está compuesta de numerosos poblados que no son más que zonas donde hay más población. Sin embargo, no dejan de ser casitas repartidas por la montaña, separadas unas de otras. Estas personas dependen de motos (el medio de transporte más extendido), para ir a vender al mercado o para asistir al colegio; hay niños que necesitarían tres horas para llegar si fueran a pie. Pero de nuevo, vemos cómo cambia el paisaje. Desaparece el ruido de los motores y los caminos se llenan de niños que se dirigen a la escuela sin saber si ese día habrá venido el profesor, si les darán la comida, si el centro estará abierto. De mujeres portando cestas sobre la cabeza con las verduras para vender en el mercado, que cada vez está más desabastecido. Aparecen colas en torno a puestos de agua esperando a que les llegue algún galón de los que han podido potabilizar. En general, la historia se vuelve más escondida, más… a la espera. Y una vez más, mientras yo me inquieto en una espera que se me hace interminable, ellos son capaces de crecer en esperanza. Se saben infinitamente en manos de Dios, y oran con fuerza, sin desfallecer… Las iglesias no dejan de vibrar con cantos y oraciones. Cualquier rincón, sentados en sillas desvencijadas, se convierte en capilla improvisada.

Y no es tann, sino espwa. Y esa espera, se convierte en espera-nzada.