Del director de Buried y El amor en su lugar, Rodrigo Cortés, nos llega una película producida por Martin Scorsese y protagonizada por Mario Casas y Anna Castillo, coreados por un grupo de secundarios de lujo como Pepe Sacristán, Juanjo Puigcorbé, Blanca Portillo o José María Pou. N (Mario Casas) es un hombre muy trastornado mentalmente a causa de un shock postraumático causado por el accidente de coche que acabó con la vida de su esposa, que esperaba un hijo. Su hermana (Anna Castillo) se lo ha llevado a su casa convertido en una especie de autista. N solo quiere ingresar en la cárcel y así no volver a tener que tomar decisiones nunca más en su vida.
No estamos ante la mejor película de Rodrigo Cortés, ya que está alargada en exceso y es errática en algunos momentos, pero ofrece una interesante parábola sobre la libertad y la culpa. El protagonista quiere renunciar a su libertad —ingresar en prisión— y a su identidad —desea no tener nombre—. No quiere ser sujeto de una voluntad que puede errar, como cuando en el pasado se equivocó y a consecuencia de ello murió su mujer embarazada. Desea ser como un vegetal en el que todo está programado de antemano, solo desea recibir órdenes y cumplirlas; es decir, que decidan otros, que arriesguen otros su libertad. Pero en realidad, lo que le pesa es la culpa, y aunque le encarcelen en un módulo de aislamiento no puede evitar que el pasado le persiga, no puede dejar de agredirse. Este miedo a la libertad es un miedo a la responsabilidad, al compromiso con la propia existencia. N tiene una hermana luminosa y cordial, que le ha acogido en su casa y que le quiere, pero él no es capaz de reconocer esa positividad y salir de su bloqueo, un bloqueo que le ha llevado a un trastorno mental grave y evidente. Él no quiere darse a sí mismo una nueva oportunidad.
La película se queda corta en cuanto a su exposición antropológica, no es capaz de ir más allá de la mera exposición de un hombre que tiene miedo a su libertad y desea renunciar a ella. Rodrigo Cortés renuncia a planteamientos de más calado que la historia propiciaba. Hay un par de momentos metafóricos poco aprovechados, como cuando el protagonista se acerca a la ventana de su celda para disfrutar de la brisa que entra por ella, o cuando vemos al pajarito entre los barrotes del tragaluz. El tema de Dios es explícito en varias conversaciones, pero tratado de una forma muy posmoderna: de Dios no se puede decir nada. Hay un sacerdote que parece más ateo que creyente y una psicóloga que N confunde con una monja y que le pregunta si cree en Dios. Pero no va mucho más allá. A la película tampoco le beneficia el cóctel de géneros, especialmente las escenas más cómicas que diluyen el verdadero sentido dramático de la historia. Interesante, pero algo fallida.
Rodrigo Cortés
España
2023
Thriller
+16 años