«Es un error subestimar a la mafia porque ya no peguen tiros»
El último gran capo, detenido hace diez días, se ha ocultado 30 años gracias a políticos y empresarios que guardan silencio. Hoy domina la mafia empresarial de cuello blanco, denuncia el arzobispo Pennisi
Giuseppe Di Matteo apenas había cumplido 10 años cuando fue secuestrado por la Cosa Nostra. Estuvo 779 días encadenado, escondido en un búnker a 50 metros bajo tierra, antes de ser estrangulado y de que su cuerpo sin vida fuera disuelto en ácido. Un castigo perverso contra su padre, un arrepentido de la mafia que cortó la respiración a toda Italia tan solo un año después de que se hubieran esfumado las únicas dos esperanzas en la justicia con el asesinato de los jueces Falcone y Borsellino.
Cuando su amigo Giovanni Falcone murió entre sus brazos el 23 de mayo de 1992, Paolo Borsellino empezó a describirse a sí mismo como «un muerto que camina». Sabía que le quedaba poco tiempo para esclarecer la brutal explosión de 500 kilos de trinitrotolueno (TNT) que acabó con su compañero de investigaciones. Tuvo exactamente 57 días. El 19 de julio de ese mismo año, él también fue asesinado junto a sus cinco escoltas por un coche bomba cargado con 100 kilos de dinamita cuando iba a visitar a su madre. Por esos tres crímenes fue condenado a cadena perpetua Matteo Messina Denaro, el último gran mafioso siciliano que durante tres décadas se había convertido en la obsesión para las autoridades. «Los principales capos de la mafia detenidos estaban en su propio territorio porque estaban protegidos por la omertà y la complicidad de la burguesía mafiosa», asegura el arzobispo emérito de Monreale (Sicilia), Michele Pennisi, que responde así a la pregunta abierta de cómo es posible que hubiera podido vivir escondido durante tanto tiempo.
30 años pasó fugado de la justicia Matteo Messina Denaro
4.000 millones de dólares es la estimación preliminar del patrimonio que amasó con negocios sucios
1992 Se produjo el atentado contra los jueces Falcone y Borsellino, del que Messina Denaro fue el autor intelectual
Los fiscales califican esa estructura opaca que se extiende como un cordón de seguridad en torno a la mafia como «zona gris». Son políticos y empresarios que compadrean con los capos en la frontera de la legalidad y que llevan una doble vida. La mafia ha cambiado de aspecto, pero no hay que infravalorar su poder: «Se ha arraigado en territorios antaño insospechados y en todos los ámbitos vinculados al poder económico». Una mafia empresarial de cuello blanco que ya no utiliza las ametralladoras y que, además de controlar los flujos ilegales del tráfico de drogas, la prostitución o la usura, domina las actividades económicas más innovadoras, como las energías renovables. «Es un error subestimar su presencia porque ya no peguen tiros», remacha el obispo, uno de los principales impulsores de la propuesta para excomulgar a mafiosos y corruptos en la Iglesia católica y que también se opuso con fuerza a que estos pudieran ser padrinos de bodas o bautizos en su territorio.
Actualmente, Messina Denaro está recluido en una celda de máxima seguridad en la cárcel Le Costarelle de L’Aquila, en el centro del país, adonde fue trasladado en helicóptero desde Palermo después de su detención, el 16 de enero. La Fiscalía sigue ahora el rastro de los negocios multimillonarios del capo de la Cosa Nostra y de una fortuna que se estima en unos 14 millones de dólares (unos 13,8 millones de euros). Si bien, de momento no parece que vaya a colaborar con la justicia. La semana pasada se negó a estar presente por videoconferencia en el juicio en el que se busca esclarecer los atentados que acabaron con la vida de Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.
«Es muy poco probable que colabore. Sería una buenísima noticia para el Estado, pero temo que no será así. Ni siquiera su enfermedad le empujará a ayudar, porque recibirá los mismos cuidados médicos que cualquier persona», asegura el ex fiscal nacional antimafia Pietro Graso. Tampoco a él le sorprende que haya estado tres décadas fugado de la justicia. «Muchos le consideraban un benefactor, uno que ofrecía oportunidades de ganar dinero pertenecieran o no a la asociación criminal. Y nadie denuncia a quien te da de comer», incide. Todas las pesquisas están ahora centradas en detener a los colaboradores que le ayudaron a ocultarse durante todos estos años.
Casualidades, providencia o no, en el mismo momento en el que se desplegó el operativo policial con más de 100 agentes para detener a Messina Denaro, en Roma se realizaba una peregrinación por iglesias y lugares institucionales con la camisa manchada de sangre del beato Rosario Livatino, juez asesinado por la mafia. Su sacrificio no fue en vano.