Es posible compartir misión sin dejar a nadie fuera - Alfa y Omega

La Jornada Mundial de la Juventud Lisboa 2023 fue uno de los acontecimientos más importantes del Portugal moderno. Después de esta gigantesca ola de alegría, unidad y fe, es importante y urgente seguir surfeándola. La JMJ fue, es y seguirá siendo un desafío extraordinario para la Iglesia y para los jóvenes de todo el mundo. Las intensas jornadas y el inmenso júbilo vividos en agosto por el millón y medio de peregrinos que se congregaron en oración en las calles de Lisboa no pueden dejar de dar sus frutos. Porque es imposible que la experiencia única del contacto con Cristo vivo no deje raíces profundas en el corazón de todos los que vivieron este magnífico encuentro.

En la audiencia que concedió a los organizadores el 30 de noviembre, el Papa fue una vez más muy claro al mostrar que el mensaje que lanzó en Lisboa está aquí para quedarse. Según el Santo Padre, se trató de «un ejemplo luminoso de cómo es posible compartir una misión sin dejar a nadie fuera». La Iglesia de Francisco, que una vez más se volcó en la Colina del Encuentro o en el Campo de Gracia —donde tuvieron lugar los principales actos de la JMJ—, es el rostro de la justicia, la fraternidad, la unidad y la paz, incluso en un mundo lleno de guerras, divisiones, fracturas e injusticias. Este es el camino trazado por el Santo Padre y, hoy como ayer, el millón de jóvenes que acudieron a Lisboa —y los que lo siguieron en la distancia— no deben tener miedo de continuar por este mismo camino ni renunciar a sus sueños, metas y esperanzas.

Lisboa, la capital del encuentro, como la llamó nuestro querido Papa, debe por tanto seguir siendo el escenario para que «todos, todos, todos» sigamos «soñando juntos», sigamos «involucrando en oleadas sucesivas a nuevos compañeros soñadores en una sociedad formada por todos y en el respeto por cada uno», como nos dijo en noviembre. Esta es una tarea de la que es responsable toda la Iglesia; en particular la portuguesa, sus miembros, movimientos y estructuras de base.

De mi parte y de la de todos los que han contribuido a la realización de este magnífico encuentro, nuestro más profundo agradecimiento. A todos y cada uno de los peregrinos que asistieron a este llamamiento del Papa, nuestros mejores deseos de coraje y una enorme certeza: que Dios es Padre, que nos ama, nos conoce por nuestro nombre y siempre nos guarda y protege.