Erradicar la pobreza es responsabilidad de todos - Alfa y Omega

Erradicar la pobreza es responsabilidad de todos

La sede de la ONU en Nueva York acogió en el año 2000 un hecho histórico: por primera vez, 189 países declaraban conjuntamente su intención de luchar contra la pobreza y el hambre. 2015 era la fecha límite fijada para conseguir los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y hay resultados positivos. La pobreza extrema se ha reducido un 20 por ciento, pero todavía quedan 1.400 millones de personas que pasan hambre. Este año, los Estados definirán la nueva Agenda de Desarrollo con una novedad: la participación de la sociedad civil

Cristina Sánchez Aguilar

El 2015 es la fecha tope establecida por Naciones Unidas para conseguir los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Desde el año 2000, cuando más de 189 países se reunieron en Nueva York para definir juntos una agenda que terminase con el hambre y las desigualdades en el mundo, se ha logrado un resultado positivo. Lo dijo el Papa Francisco, en mayo de 2014, al recibir a Ban Ki-moon y a los Jefes Ejecutivos de Naciones Unidas en el Vaticano: «Los resultados de los ODM, especialmente en educación y disminución de la pobreza extrema, son una confirmación de la validez del trabajo realizado, pero no se debe perder de vista que los pueblos merecen y esperan frutos aún mayores». Cierto es que se ha reducido, del 43 al 20 %, el número de personas que viven en pobreza absoluta, es decir, con menos de 1,25 dólares al día. O que, prácticamente, se ha conseguido que accedan a la educación primaria el mismo número de niños y de niñas. Y que, sobre todo, «por primera vez en la Historia, los Estados miembros de Naciones Unidas se hayan alineado para compartir responsabilidades y focalizar sus esfuerzos en una sola agenda de desarrollo», como afirma Marco Gordillo, responsable de Campañas de Manos Unidas, asociación de la Iglesia en España que se ha volcado en la consecución de estos ODM.

Pero el avance ha sido limitado. Todavía hay un 20 % de la población –1.400 millones de personas– viviendo en pobreza absoluta. Más de 50 millones de niños no tienen acceso a la escuela. Dos millones de niñas al año son víctimas de tráfico sexual. 162 millones de pequeños de menos de 5 años sufren malnutrición crónica. Más de 300.000 mujeres murieron por causas prevenibles relacionadas con el parto. Desde 1990, han aumentado casi un 50 % las emisiones de dióxido de carbono. Etcétera.

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Nuestro granito de arena

«Los objetivos más frágiles son los que tienen que ver con los intereses de los más grandes», asevera Gordillo. La FAO –Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación– y también el Papa Francisco han señalado, en varias ocasiones, la paradoja entre la existencia del hambre a gran escala y la más que suficiente producción mundial de alimentos. Ante esta situación, la FAO hace responsables a los países por no establecer relaciones justas capaces de garantizar la seguridad alimentaria; y a los Gobiernos, por su escasa disposición para erradicar el hambre. «Para que esto ocurra, para que todo el mundo tenga acceso a la alimentación, habría que cambiar los hábitos de producción y el consumo a nivel internacional. Y, ahí, entran en juego muchos intereses», añade Gordillo.

Intereses que no sólo se juegan en los despachos. También son responsabilidad de las personas de a pie. Por ejemplo, que, como dice la FAO, en los hogares europeos se tire el 30 % de alimentos producidos –concretamente en España, 8 toneladas al año– tiene dos efectos importantes. Por un lado, «comprando desmesuradamente, entramos en la ley de la oferta y la demanda, y eso aumenta los precios de mercado. Como consecuencia, dificultamos el acceso a los alimentos a quien menos tiene», afirma el responsable de Campañas de Manos Unidas. Por otro lado, el sector agroforestal produce el 30 % de los gases de efecto invernadero. «Tenemos que ser capaces de gestionar de forma sostenible nuestros alimentos. Así, se lucharía tanto contra el hambre como dando dinero a una organización», sostiene Gordillo.

Otro problema es el consumo abusivo de carne. Para producir un kilo, se necesitan 10.000 litros de agua y entre 6 y 10 kilos de proteína vegetal. «Esto significa que más de una tercera parte cultivable del campo lo dedicamos a piensos para animales, a costa de la deforestación y el uso intensivo del agua», explica Marco Gordillo. También la demanda de productos que no son de estación o locales tiene consecuencias: «Los alimentos que viajan miles de kilómetros para llegar a nuestros mercados, tienen efectos dañinos para el medioambiente». Y eso sin contar con las multinacionales que arrebatan el acceso a la tierra, al agua y a los mercados locales a los agricultores de países como Perú, Brasil, Ecuador o Colombia, grandes exportadores de fruta y verdura. Pero, otra vez, no es todo blanco o negro: «No se trata de excluir el mercado internacional, sino de consumir de forma crítica», continúa Gordillo.

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Las mejoras a partir de 2015

Estos pequeños avances tendrían un gran impacto a nivel global. Y esto es lo que se busca, entre otras cosas, en la nueva Agenda de Desarrollo post 2015. A ella se refirió también el Santo Padre en su encuentro con los Jefes Ejecutivos de Naciones Unidas: «Los futuros objetivos deben ser formulados y ejecutados con magnanimidad y valentía, de modo que lleguen a incidir sobre las causas estructurales de la pobreza, que consigan mejoras sustanciales en materia de preservación del ambiente, garanticen un trabajo decente y útil para todos, y den una protección adecuada a la familia. Se trata de desafiar todas las formas de injusticia, oponiéndose a la economía de la exclusión, a la cultura del descarte y a la cultura de la muerte, que, por desgracia, podrían llegar a convertirse en una mentalidad pasivamente aceptada». Ya dio una hoja de ruta.

Manos Unidas, en sintonía con el Papa, busca que los nuevos objetivos «sean útiles, que consigan condiciones de vida dignas para toda la Humanidad, y que sean transformadores». Para ello, es imprescindible que la Agenda sea, de verdad, universal. Y que las propuestas que se hacen, tanto desde los países como desde las organizaciones, sean coherentes. Por ejemplo, España defiende, en su documento de posición ante la post Agenda, que haya cobertura universal en materia de salud, algo llamativo, teniendo en cuenta que ha retirado la tarjeta sanitaria a los inmigrantes. Lo mismo pasa con la educación.

Aun así, las negociaciones para definir los nuevos objetivos, que empezaron ya hace meses, «van por el buen camino», señala Marco Gordillo. «Desde 2010, ha habido un grupo de 30 países trabajando activamente para definir un borrador; también han tenido lugar jornadas con espacios de participación de empresas, de instituciones, de la sociedad civil…, hasta consultas online donde la población puede participar –el cuadro inferior de la derecha muestra el resultado de las votaciones hasta ahora–». En septiembre, tendremos las conclusiones.