La vida de un profesor de Religión pasa en ocasiones por jornadas que solo se pueden completar a base de kilómetros y de compartir centros, muchas veces en entornos rurales, que obligan a vivir fuera del hogar durante la semana. Y si hay suerte y la economía lo permite, poder volver a casa los fines de semana, a lo que se suma tener que pagar un alquiler, aún mayor que la hipoteca. Y el combustible del coche. Al final, si eres sustituto, te conviertes en un nómada.
Muchos de nosotros recorremos o hemos recorrido con ilusión más de 200 kilómetros diarios, levantándonos a las cinco de la mañana para encontrarnos con tres, dos o incluso con un solo alumno por aula. Y en lo que a mí respecta puedo asegurar que yo lo he hecho con el mismo entusiasmo con el que hoy me encuentro con una clase de 32; que nuestras programaciones están preparadas con el mismo mimo y dedicación, buscando la innovación y lo mejor para nuestros alumnos porque seguimos creyendo que nuestra asignatura merece la pena y que, sin ella, a nuestros chicos y chicas les faltaría algo; que nuestras aulas y pasillos son espacio de vida, de formación, de encuentro con realidades que de otro modo no conocerían porque no siempre sus entornos sociales y familiares se lo permiten. Por eso buscamos que nuestras clases y nuestra asignatura sean espacios abiertos a al estudio, pero también a la creatividad y, para ello, los profes de Reli nos formamos a través de cursos, seminarios y grupos de trabajos, en metodologías innovadoras de aprendizaje que ayudan al alumnado a tener una visión crítica de su cultura y de las realidades sociales a través de proyectos de aprendizaje y servicio, de las inteligencias múltiples, de trabajos cooperativos y por proyectos… El reto, en definitiva, es seguir formando a personas comprometidas –aunque podamos tener a solo tres o cuatro– en el marco del Evangelio, personas íntegras y religadas.
Es cierto que para muchos nuestro trabajo como profesores de Religión puede parecer desfasado y de otra época. Pero nada más lejos de la realidad. Que no nos cansemos nunca de este ir y venir aunque lo hagamos andando.